
Tu mirada flotante, de vestal,
se desliza suave como el guante de un suspiro.
Su asomo,
lleva la soltura de los rios deshelados
y pone su blancor sobre el techo de las luces
en un alud trasvasado hasta las sienes.
Una nube de fuegos y cristales
te flamea en el sur de las mejillas,
y de su túnica encarnada
se desprenden atávicos temores
que hacen intuir el eco de tus vuelos.
Todo en ti es aspiración y sentimiento,
firme voluntad que te lleva a un impulso permanente.
Replegado en tu conciencia, el ingenio
sobrevuela hasta el cetro de tu mano, tu pluma,
para enaltecer el verso, eje de tu vida.
Espejo de luz universal, siempre abierta
a quien vive ahogado entre fatigas,
de tu noble arquitectura pende sólo una bandera:
La de tu amor hecho grito.
*Andros