Sapos y Princesas

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

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Alejandra Goerne
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Sapos y Princesas

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En el día que festejaba sus treinta años, aquella mujer se preparaba para vivir una experiencia inolvidable…
Bajó del tren con la sonrisa puesta hasta en los ojos. Caminó unas cuantas cuadras siguiendo cuidadosamente el mapa dibujado aquél día en la servilleta del viejo Restaurante. La cercanía al lugar que buscaba, fue anunciada por los olores del recuerdo; “pan de nata con naranja”, olores de su infancia. A cada paso, una lágrima caía. Contempló de frente la pequeña puerta de madera vieja y descolorida por el paso de los años. Y como adivinando su presencia, la puerta fue abierta desde el otro lado. Contempló emocionada aquélla escena; su padre como la puerta, viejo y roído, pero con sus hermosos ojos, como si el tiempo no hubiese transcurrido; su madre llevaba entre sus manos el “pan de nata”.
Se encontraba hoy ahí, después de 17 años de ausencia un tanto cuanto involuntaria. Festejando con quienes le regalaron 30 años atrás su vida para ser vivida.
Y ellos como habiendo adivinado precisamente hoy este regreso, tenían todo preparado. Su pequeña habitación permanecía sin cambio alguno. La colcha verde tejida por su tía Sarita, su docena de muñecas arregladas y planchadas. Sus libros de princesas y castillos, los mismos culpables de su falta. De aquella que la había hecho soñar con los principies encantados olvidando que no vivía ella en un castillo.
Sin pedir explicación alguna se dispusieron a festejar su regreso.
Cuando terminaron, ella se comenzó a sacar las pocas pertenencias que traía consigo en su valija. Los tesoros acumulados en este largo tiempo.
Fue acomodando cada una de sus prendas en los cajones conocidos. Al sacar una fotografía de cuatro por cuatro, instantánea polaroid que comenzaba a perder los colores por la baja calidad de la impresión, la tomo por una esquina y se sentó en el borde de su cama. Suspiró y una lágrima cayó mojando las manos que la sostenían. Tomó la foto y la colocó cuidadosamente entre sus cuentos de princesas…ahí, donde debían permanecer para siempre los sueños infantiles.
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