José Manuel Palomares escribió: ↑Jue, 17 Jul 2025 7:53
No soy creyente, quiero decir, no recito oraciones normalmente, ni mantras, ni creo en un Dios verdadero ni muerto ni deconstruido, ni tengo demasiados mandamientos que deba cumplir para ser el hombre que otros crean que debo, o que yo mismo crea que debo, pues también tú puedes estar equivocado sobre ti mismo. Pero este poema ha tenido sobre mí ese efecto lisérgico que le pides a lo sobrenatural, al abandono de todo lo que no sea ser así, aquello que te asciende hacia otra altura, una dimensión más moral y vitaliciamente significativa. Sé en imperativo, porque lo imperativo es el ser. Que vivimos en épocas en las que transigimos con aquello que Heidegger denominó "el olvido del ser". Por eso, recordemos el ser como imperativo, recitemos el ser como una oración. Gracias por el poema. Algún verso me ha hecho caer una lagrimilla.
Estimado José:
Me has hecho emocionar con tu comentario. Te lo agradezco de todo corazón.
Escribí ese poema hace muchos años. Yo fui ateo desde mi más tierna infancia, y cuando escribí ese poema lo era absolutamente. No estoy bautizado. Mis padres no se identificaban como creyentes, y a mis hermanos y a mí nos criaron en la consigna de que lo relativo a las creencias debe resolverlo cada uno en forma consciente y libre.
En la casa, entre tantos libros, había una Biblia, y cuando alguna vez mis hermanos o yo preguntamos algo acerca del tema; mi padre, con toda tranquilidad nos decía: "si querés leer la Biblia, ahí la tenés; si no entendés algo, me podés preguntar; si querés que te acompañe a la iglesia del barrio, te acompaño".
En el último par de años me han pasado algunas cosas que me han hecho pensar que algo hay detrás de lo que llamo -sin pretensiones de definición- la intuición religiosa de los hombres (varones o mujeres).
Pero pienso también que ese "algo" está muy lejos de la concepción que tiene tal o cual iglesia, empezando por el hecho insoslayable de que en el mundo hay miles de religiones (y tal vez habría millones si los "cristianos" no hubiesen exterminado a sus practicantes), muy divergentes entre sí.
Y es inaudito pensar que Dios o como le llamemos de acuerdo a una u otra religión, haya sembrado en sus hijos semejante divergencia.
Por eso prefiero pensar en esa vaguedad de "la intuición religiosa de los hombres", apuntando a lo que todas las religiones, las presentes y las ya exterminadas, tienen en común, que es casi nada, pero es algo, y es -para mí- un "algo" trascendente.
Y en el fondo, este pensamiento, así como siento que me hermana con todos los hombres de buena voluntad creyentes de todas las religiones, siento también que me hermana con todos los hombres de buena voluntad ateos.
El hombre de buena voluntad, de la creencia que sea, no se opone a la creencia de ningún otro hombre de buena voluntad. Solamente no la comparte. El problema es cuando se esgrimen creencias para joder a otro. Ahí no hay buena voluntad. Pienso por ejemplo en la actitud religiosa del viejo Ghandi. Su postura era la comunión de las diferencias.
Así, si tengo que entenderme con un cristiano, no tengo problemas en hablar de Dios, y si tuviese que entenderme con un creyente de la antigua creencia guaraní, no tendría problemas en hablar de Tupá, y así, con todas las religiones.
O sea, si un cristiano hoy me pregunta si creo que existe Dios, con toda sinceridad le digo que sí, aunque también le aclaro que coincido tanto con él como con los practicantes de las religiones que los jefes cristianos llaman heréticas (y a quienes en el fondo desean exterminar, o celebran haber ya exterminado).
Y hoy vuelvo a leer este poema que escribí hace un montón de años cuando era un convencido ateo, y sigo coincidiendo plenamente con cada verso, como cuando lo escribí.
Hace unos años mis padres me contaron una anécdota, sobre mí mismo, pero que yo no recordaba. Yo estaba cursando lo que aquí en esa época se llamaba el pre-escolar. Tenía como máximo, seis años cumplidos hacía un par de meses. Era una escuela pública. Era la época de la dictadura militar. Y la directora de la escuela, como casi todas las directoras de escuela, hacía gala de posturas autoritarias y clericales como para congraciarse con la "moda" del momento.
La directora citó a mis padres, con urgencia, a los dos, ante lo cual mis padres se agarraron la cabeza; pensaron "qué tan gravísima barbaridad habrá cometido este granuja". Fueron a la cita, y la directora, en una interrogación amenazante, casi policíaca, les preguntó si nuestra familia pertenecía a alguna secta o cosa por el estilo.
Ante la respuesta negativa y azorada de mis padres, les explicó que el padre de una compañerita mía, un hombre muy católico, le había llevado una queja muy grave. El hombre le había dicho a su hija "no hagas 'tal cosa' porque Dios te va a castigar"; y la niña le respondió "no, Dios no castiga; Dios sos vos, soy yo, es esta mesa, es esta silla, todo es Dios, y Dios no castiga". El padre indignado le preguntó quién le había dicho eso, y ella le respondió: "mi compañerito Lisandro".
Hasta el día de hoy no sé (ni lo sabe nadie) de dónde saqué aquello.
O tal vez sí lo sé...
Mi muy fraterno abrazo, hermano José.
Lisandro