Crítica literaria a "Autorretrato", de Carmen Moro Frías

[Rafel Calle]

AUTORRETRATO, DE CARMEN MORO FRÍAS

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Carmen Moro Frías en “Autorretrato” escribe una pieza profundamente honesta, que transita con delicadeza y sentido del humor por el tiempo y la identidad. No es solo una descripción física o biográfica, sino una declaración vital que mezcla el pasado con el presente, el cuerpo con el espíritu, y lo anecdótico con lo trascendente.

La estructura es libre, sin una métrica o rima fija, pero con los dos primeros versos mal construidos, porque un verso, aunque sea libre, no puede terminar en preposición o conjunción, un verso tiene que poder vivir por sí solo, sin la necesidad de otro para dar o acabar de dar sentido a lo que se dice, si bien, cuando se tiene la técnica suficiente, puede parecer que el verso ha terminado lo que quería decir y sin embargo sigue diciendo...; cuando esto sucede se produce lo que se llama encabalgamiento, que, cuando está bien construido, en vez de un accidente versal que ocasiona un rompimiento, se convierte en una figura literaria de continuidad propia de un autor que tiene una técnica de alto nivel.

Como decía, al ser una estructura libre, se refuerza el tono íntimo y confesional del poema. Este fluir natural del verso recuerda más a una conversación interna o un monólogo compartido que a una construcción poética formal. El lenguaje es accesible, directo, pero no por ello carente de imágenes potentes y toques de lirismo. Carmen alterna momentos de ternura, ironía y melancolía sin caer nunca en el dramatismo.

El poema traza un recorrido desde la infancia hasta la madurez. La primera parte nos muestra una niña con una identidad física bien marcada: piel cetrina, ojos “negrísimos”, trenzas, una boca como la del lobo de Caperucita. Hay aquí una mezcla de ternura e ironía, un retrato que no se embellece, sino que se acepta y se abraza, incluso con sus etiquetas (“negrilla”, un apodo cargado de cariño y posible contradicción social).

La segunda parte, marcada por el verso “llegó la metamorfosis”, introduce el paso del tiempo: aparecen los surcos, los sentidos deteriorados, la memoria frágil. Y sin embargo, el tono no se vuelve triste, sino resignadamente luminoso. Se celebra la permanencia de lo esencial: “la melena oscura con los cabellos libres y al viento”, metáfora de la libertad, del espíritu inquebrantable.

El cierre del poema es particularmente revelador. Carmen Moro Frías se dibuja como una persona que valora el humor, el diálogo, la bondad (“aunque no esté de moda”) y, además, alguien que ha aprendido el poder del silencio y del lenguaje no verbal. Hay aquí una ética del vivir sencilla pero poderosa: escuchar, compartir, hacer reír, conversar sin venderse, alquilarse quizás, pero solo para charlar.
“Autorretrato” no pretende la solemnidad ni el artificio, y precisamente por eso conmueve. Es un poema autobiográfico que no busca brillar, sino ser, mostrarse sin filtros, con una mezcla de autocrítica y aceptación, de dulzura y picardía. La voz poética se siente cercana, humana, y logra en pocas líneas generar un retrato emocional del que es fácil sentirse cómplice.

En fin, Autorretrato es una celebración de la vida sin adornos, de la belleza cotidiana, del paso del tiempo con dignidad y humor. Un autorretrato donde la piel, la voz y la mirada son solo el punto de partida para dibujar una filosofía personal que se resume en una actitud: vivir, conversar y reír sin vender el alma.

Mi más cordial enhorabuena, estimada Carmen, por esta obra.
Un fuerte abrazo.

P.D. Recuerda lo que te he dicho de los versos incorrectos. Y un ruego, siempre que puedas, participa en la interrelación foral, es necesaria para la vida del foro.