Recuerdos del Baúl

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Ana García
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Recuerdos del Baúl

Mensaje sin leer por Ana García »

"He estado buscando la pistola. Ya sabes qué pistola. La que le compramos a Senén porque pensábamos que era genial y que quedaba muy cool y nosotros queríamos ser como él, y porque, si él se hacía fotos apuntándose con un arma, tú y yo también queríamos hacernos ese tipo de fotos, solo que a ninguno de los dos nos salía esa mirada de angustia y de hueco que él tenía.
Estaba en el armario de las cosas viejas, en la caja de madera que me regaló Fiamma cuando volvió de la India. No pudo encontrar un sitio más lejos para irse. Fue en su enorme moto ¿Te acuerdas de ella?
Estaba un poco chiflada, Se enteró, no sé cómo, de que su hermano estaba por allí y, ni corta ni perezosa, para allá que se fue. La de historias que hemos vivido junto a nuestros amigos. Recuerdo tu cara cuando me veías ir a toda pastilla por la ciudad. ¡Dos tías en una Kawasaki!
Tengo que reconocer que la caja es preciosa. La pistola estaba allí, envuelta en una toalla pequeña que solíamos usar cuando íbamos de acampada, y encontré, además, el cuento ése que escribí y que a ti tanto te gustaba; el del tío que se volvía loco no; el del chico que mata a un tipo y se va con la chica rara, ése era; y el collar que me regalaste cuando cumplí trece años.
Ya no me acordaba de él, y ahora pienso que quizás me cuesta tanto olvidarme de ti porque siempre hemos estado juntos. No consigo recordar nada que haya hecho sin que tú estuvieras a mi lado, supongo que lo que pasó no fue que al final acabamos juntos, sino que lo estuvimos desde siempre, desde el principio.
Creo que hemos crecido muy rápido, nosotros dos. No es que me arrepienta de nada de lo que pasó, pero es que tengo casi veintiún años, y hace tres que vivo contigo, y hace dos que empalmo un trabajo con otro para poder comer.
Hay veces que me miro al espejo y me sorprendo de mi propia juventud, de mis rasgos casi infantiles.
En realidad sé que no he hecho nada en la vida, pero entonces: ¿por qué siento como si ya se me hubieran acabado todos los plazos, como si no fuera a haber prórroga para mí?
He vuelto a guardar la pistola en su sitio y he pensado en las absurdas ideas que a veces nos cruzaban por la cabeza, cuando creíamos en serio que el mundo giraba al ritmo de nuestro propio orden mental. Y no he podido evitar una sonrisa.
Algunas cosas de las que hicimos quedan ahora tan lejos…



Hoy ha venido tu madre a verme, ¿puedes creerlo? No me lo esperaba, no me lo esperaba en absoluto, sobre todo si consideramos que desde que nos marchamos de casa ni siquiera llamó una sola vez. Pero la he dejado pasar, la he llevado a la cocina y le he preparado un café.
Parecía una mujer envejecida. Ha estado muy amable. Me ha traído un álbum, con fotos tuyas que guardaba desde que naciste. Toda tu vida está en esas fotos, excepto las de estos últimos años, claro. Son fotos muy bonitas; eras un bebé muy guapo; aunque muchas de ellas yo ya las había visto cuando iba a merendar a tu casa después del colegio; o cuando me quedaba a dormir y tu madre sacaba las fotos de la estantería del salón y nos contaba la historia esa que a ti te hacía llorar de rabia de cuando te compraron en la última planta del Corte Inglés, la de oportunidades. Tú llorabas y yo reía con la ocurrencia; de los dos yo era la más fuerte.
Yo estoy en muchas de esas fotos; en casi todas, en realidad. Las de tu cumpleaños, las de los míos. Todo el álbum está lleno de ti y de mí. Tu madre quiere que me lo quede, y yo me puse a llorar como una tonta porque es un regalo demasiado bonito. Por supuesto, no acepté. No me pertenece.
Deberías verla. La he visto muy arrepentida por no hablarte los dos últimos años de tu vida. Un tiempo perdido. Te moriste sin arreglar las cosas con ella y eso la está matando poco a poco.
Me ha estado contando que mis padres están bien, y no me he atrevido a interrumpirla para decirle que en realidad eso es algo que no me importa en absoluto. Ya no se hablan tanto como entonces, porque cada familia le echa la culpa a la otra de que nos largásemos.
Es una obstinación un poco ridícula, tú y yo decidimos marcharnos cuando teníamos once años, y hasta hicimos el juramento de la sangre, supongo que no lo has olvidado; y solo fue cuestión de tiempo el que pudiéramos hacerlo.
Ella, tu madre, opina que perdimos muchas cosas, pero yo creo que simplemente decidimos vivir poniendo nuestro amor por encima de todo. Me salvaste de mi padre, cumpliste tu promesa. Pero, ¿a qué precio?
Ninguno de sus argumentos te hubiera podido convencer de lo contrario, pero ella necesitaba exponerlos.
He secado sus lágrimas y nos hemos abrazado durante un interminable minuto. Había un cambio de roles en ese encuentro: me sentí la hermana mayor o la que consuela. Eso se esperaba de mí, y eso hice.
Luego me ha besado y se ha ido. ¿Aliviada?
Sabes porque ha venido precisamente hoy, ¿verdad? Claro que lo sabes, no te hagas el despistado. Conmigo no valen esos juegos, te conozco bien.
Hoy es tu cumpleaños.
Veintiún años pueden parecer muchos o pueden parecer pocos, supongo que depende de quién los haya vivido y del modo en el que lo haya hecho.
La verdad es que yo me pregunto dónde estaré cuando cumpla unos años más, y no consigo imaginar una respuesta que me satisfaga..."
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Julio Arroba
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Registrado: Dom, 28 Jul 2024 2:00

Re: Recuerdos del Baúl

Mensaje sin leer por Julio Arroba »

Siento que en este relato tuyo, especie de recuerdo inmerso en otros, hay la cualidad del agua del Nilo, su desbordante condición.

Se siente, bajo el texto mismo, el murmullo de un río que no cesa. Quizás todo recuerdo registrado sea en el fondo como una hoja desprendida de su árbol, de viaje hacia destinos impredecibles a través del agua, en el limo.

Destaco su franqueza ante la muerte, su carácter de diálogo con el que ya no está—ahí la persona amada está integrándose en uno. Hay también la intención, comprensible por entonces, de «retener», de no perderse detalle del ser amado, de cuidar en solitario la ternura del vínculo.

Luego la pregunta del final nos muestra nítidamente cuán indefinible es todo. Qué gran amor aquel, qué único en especie... pero tanto como todo amor, con su sosiego y su cielo constelado.

Un abrazo.
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Ana García
Mensajes: 3520
Registrado: Lun, 08 Abr 2019 22:58

Re: Recuerdos del Baúl

Mensaje sin leer por Ana García »

¡Qué buena comparación la tuya, Julio! Las emociones y los sentimientos son esos ríos caudalosos o más largos, con sus corrientes telúricas.
En aquellos momentos todo era a flor de piel, hasta el roce o la idea se sentía con mayor intensidad. Tranquilizar el espíritu es cosa de tiempo.
Quise traer una muestra de aquellos momentos y ver mi propia evolución.
Gracias por llevarte el cero y regalarme un comentario-poema.
Un abrazo.
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