Carta a un marido muy ocupado

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Marisa Peral
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Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Carta a un marido muy ocupado


Querido Arturo:
Quizás no debiera dirigirme a ti con una carta como esta, pero me veo en la
necesidad de hacerlo porque es imposible hablar contigo, cariño, y ya no
puedo más. Estás siempre tan ocupado que no me haces ni caso y tengo mucho
que contarte. Tendría que atarte a la pata de la cama y también amordazarte
para que me escuchases sin interrumpirme, pero eres tan enorme y, con tu
metro noventa... no podría hacerlo yo sola y, la verdad, no puedo pedir
ayuda porque lo que tengo que decirte es tan personal que no quiero que haya
testigos delante.
No deseo hacerte ningún daño pero quiero el divorcio, cariño, en realidad sé
que tu también lo quieres y te entiendo, es más cómodo que lo pida yo ¿no es
cierto? De ese modo quedarás como la pobre víctima, el pobre marido
abandonado por su mujercita, esa arpía que te engaña, porque... si, cariño,
te engaño, es decir, te he estado engañando, pero... no es nada personal
contra ti, simplemente es porque, ya, no te aguanto más.
Verás, ¿recuerdas a Jaime? Si hombre, es aquel chico con el que salí antes
de conocerte; te he hablado de él muchas veces y la verdad es que no te
gustaba nada que lo hiciera. Jaime era tan amable... y yo sólo te contaba
cosas buenas de él. Siempre que tú y yo teníamos alguna discusión, te
recordaba que debí casarme con Jaime y no contigo, y eso nunca te gustó. Yo
lo hacía para fastidiarte, pero la verdad es que lo he pensado cantidad de
veces.
Bueno, pues como no deseo que te quedes con la curiosidad de saber cómo
empezó mi romance con Jaime, te diré que hace unos meses salí de compras y
comenzó a llover a mares. Y como siempre, me fui sin el paraguas, porque
odio los paraguas y porque, además, acabo perdiéndolos siempre.
Mientras esperaba a que el semáforo me diera paso cayó un aguacero
inesperado y, aunque llevaba aquel chubasquero amarillo que me regalaste -
la verdad es que tu mal gusto no tiene límites, porque con él parezco el
Capitán Findus - me quedé caladita hasta los huesos y, en esas, se acercó a
mí un caballero muy amable que me dijo:
- ¿Me permite que la cubra con mi paraguas? Es que llueve de una forma que
va a pillar Vd. un resfriado tremendo.
Le miré un tanto sorprendida porque, lo cierto, cariño, es que creí que ya
no quedaban caballeros; pensé que podía ser algún fresco que simplemente
quería aprovechar la ocasión para ligar, pero llovía tanto que le contesté:
- Pues gracias, la verdad es que estoy calada y este semáforo tarda
demasiado en cambiar.
- ¿Adónde va? puedo acompañarla si no va muy lejos y así no se mojará más.
- No, no voy cerca, aunque pensaba entrar antes en la cafetería de la
esquina a tomar un café y esperar a que pase esta tormenta, es suficiente
que me acompañe hasta la puerta, muchas gracias.
Yo le miraba de reojo porque su cara me resultaba familiar y él hacía lo
mismo. Entonces decidimos mirarnos sin ningún reparo y casi simultáneamente
dijimos:
- ¿Tú eres Jaime?
- ¿Tú eres Marga?
- ¡Qué casualidad!
- ¡Cuánto tiempo!
- Venga, tomemos ese café juntos. Así podremos charlar un rato.
Y eso hicimos, tomamos café y hablamos y hablamos durante horas; el tiempo
pasó volando, y nos sentíamos tan bien juntos... Recordamos tantas y tantas
cosas de nuestra adolescencia... porque éramos eso, unos adolescentes cuando
tú apareciste y me subyugaste, cariño, haciéndome olvidar a Jaime entonces.
Le conté que me casé contigo y él también me contó que se casó con una
inglesa, pero que ahora está separado. ¡Cosas que pasan!
Quedamos en llamarnos para vernos otro día, pero yo pensé que Jaime no me
llamaría. ¡Y mira, me llamó!
De esto hace ya casi seis meses y desde entonces, amor, te estoy engañando
con Jaime, y no sabes lo feliz que soy ahora. Con Jaime he descubierto que
el amor no es lo que tú me has enseñado, él es tierno y me trata con tanta
dulzura que es un sueño estar con él, y es apasionado, sí, ¡no sabes cuánto!
No quiero herirte contándote detalles y, por supuesto, no es cuestión de
hacer comparaciones, entre otras cosas porque no hay comparación, vamos, que
contigo, cariño, hacer el amor era muy aburrido, parecía un diálogo de
carmelitas, siempre igual de monótono y muy frustrante. Y, por supuesto,
teníamos que hacerlo únicamente los domingos por la mañana, porque es el día
que estabas descansado de tu agitada vida laboral, siendo el domingo
precisamente cuando a mi me apetecía descansar y poder dormir un rato más,
porque yo, cariño, también trabajo mucho el resto de la semana.
Sin embargo, con Jaime, es un asalto permanente de pasión, en los sitios más
insospechados, en el ascensor, en la cocina, incluso en los servicios de una
gasolinera. Es una locura, cariño, y es bueno, muy bueno en la cama, con él
me siento como si subiera en una montaña rusa... sube, baja, ralentiza,
acelera, me lleva al cielo o al infierno, me abrasa con su deseo y, yo,
cariño, me dejo abrasar y le abraso también a él. No deseaba darte detalles,
pero he aprendido tantas cosas que te sorprenderías, aunque creo que tu
capacidad de sorprenderte conmigo está agotada.
Contigo, cariño, es imposible hablar. Yo te lo hubiera explicado mucho antes
con toda confianza, me hubiera sincerado, pero estás siempre tan ocupado que
no he querido molestarte con mis cosas. Estas nimiedades te podían alterar
un poco, y tu trabajo es tan importante que no quise que nada interfiriese
en tus vitales y trascendentes decisiones.
No ha sido difícil engañarte, cariño, debido a los muchos viajes de negocios
que haces. Con tus tantas cenas y compromisos yo tenía el campo libre y
nunca me has preguntado qué hacía en tu ausencia ni tampoco te preocupaste
de ello, por lo que no he tenido que mentirte. Es una tranquilidad, no
creas.
Así que, ya ves, esta es la situación, cariño. Y como, según dices siempre,
yo soy tonta, -aunque siempre he sospechado, por mi cuenta, que no lo soy
tanto como tú crees- he pensado que para que no te quedes demasiado solo,
puedes seguir con Adela como habías hecho hasta ahora, sí cariño, me refiero
a tu secretaria. ¡Hombre! ya sé que no es tan guapa como yo; ella es algo
gordita y también tiene un ojillo un poco torcido pero apenas se nota, y con
las gafas de sol que acostumbra a llevar, ni siquiera se le ven los ojos.
Además, te llevas muy bien con ella, y como ya la conoces, pienso que no es
como para que te pongas a ligar ahora con otra para no quedarte solo
¿verdad? Sé que a Adela la conoces profundamente. ¡Ya ves que una no es tan
tonta, cariño!. Lo que quiero decir es que ya conoces como trabaja y también
que puede hacerte la maleta perfectamente, esas cosas que tanto te gustan y
en las que eres tan exigente y que siempre necesitas que hagan los demás por
ti, sobre todo, después de habértela hecho tantas y tantas veces. Sabes como
guisa... y, además, cariño, lo más importante para ti es que tienes la
certeza de que no te fallará en la cama, porque supongo que, de esto último
y después de tanto tiempo, estarás seguro, ¿no? ¡Ah! Se me olvidaba, amor,
quisiera darte un pequeño consejo para que se lo transmitas a Adela, y es
que hay ahora una nueva gama de desodorantes en el mercado, de esos que
eliminan los malos olores pero que no dejan huella, es decir, que no
huelen... pues eso.
Te deseo que seas feliz porque yo, amor, ya lo soy. Y soy feliz gracias a tu
tremenda dedicación al trabajo, a tus desvelos por Adela y por tenerme a mí
en el más completo olvido. Gracias a todo ello me has dado la oportunidad de
volver a ser feliz con el amor de mi vida y que creía haber perdido para
siempre.

- Venga, Marga, echa ya esa carta con las flores, que el cura está esperando
para rezar el responso.

- Sí, Jaime, es que... como no me dio tiempo de decírselo ni de darle antes
la carta, la he releído como si le hablase, para que fuese más personal
¿sabes? Qué mala suerte la de Arturo ¿verdad? Ahora que por fin se iba a
librar de mí, a la pobre Adela se le ocurre pegarle un tiro ¡qué cosas! De
lo que son capaces algunas por los dichosos celos.

- Pues si mi cielo... y lo verdaderamente sorprendente es que todos
pensábamos que Adela era su amante exclusiva, y resulta que, Arturo, en
realidad, bebía los vientos por don Marcial, no me extraña la reacción de
Adela, la verdad.

© Mar
—-
Marisa Peral Sánchez

¡Nunca te dejes poner
el tornillo que te falta.
Corre y se feliz!

—-
Hallie Hernández Alfaro
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Mensaje sin leer por Hallie Hernández Alfaro »

Qué bueno, Marisa. Lo has bordado; me maravilla esa fluidez que delata tu facilidad para la narrativa!.

Aplausos y un beso grande.
.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"

Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
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Isabel Moncayo
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Mensaje sin leer por Isabel Moncayo »

Ya lo leí antes, querida Marisa, pero me daba error al comentar. Al final el más apenado va a ser Don Marcial, cosas que pasan y qué bien lo has narrado.

Un beso.
Palabra:
Ya está callada la Luna y quieta sobre el lago, clara en todos los caminos. Tú, eres el verso, amado mío, yo, sólo palabra.
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Carmen López
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Mensaje sin leer por Carmen López »

Me ha encantado este relato, pobre Adela!!!. fantástico.

Un abrazo.

Carmen
La primera tarea del poeta es desanclar en nosotros una materia que quiere soñar.
Gastón Bachelar.
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Óscar Distéfano
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re: Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

Excelente relato. La narración es amena, atrapante, sin fisuras. El estilo es natural y pulcro. Lo que opino sobre el desenlace es que es un tanto cruel. No sé si el hombre se merecía tanta desgracia, tantos golpes violentos del destino; pero, la vida es así. Ese triunfo femenino puede también terminar mal. ¿Quién nos dice que no? ¿Verdad?

Un gran abrazo.
Óscar
La poesía es la única soga de la cual dispongo siempre que caigo en el pozo del todo sin sentido.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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Marisa Peral
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Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Hallie Hernández Alfaro escribió:
Qué bueno, Marisa. Lo has bordado; me maravilla esa fluidez que delata tu facilidad para la narrativa!.

Aplausos y un beso grande.

Miles de gracias Hallie, soy una aficionadilla y sé que tengo muchos fallos, pero lo intento.
Y felicidades a ti también, porque estás consiguiendo elevar este foro de prosa, que estaba tan calladito que ni nos asomamos a comentar.

Un beso enorme.
—-
Marisa Peral Sánchez

¡Nunca te dejes poner
el tornillo que te falta.
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Marisa Peral
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Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Isabel Moncayo escribió:Ya lo leí antes, querida Marisa, pero me daba error al comentar. Al final el más apenado va a ser Don Marcial, cosas que pasan y qué bien lo has narrado.

Un beso.

Jajajaa, pobre hombre... la imaginación nos lleva por caminos inesperados.
Gracias y un beso.
—-
Marisa Peral Sánchez

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Marisa Peral
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Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Carmen López escribió:
Me ha encantado este relato, pobre Adela!!!. fantástico.

Un abrazo.

Carmen

Gracias Carmen, es un gusto verte por aquí también.
Un abrazo.
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Marisa Peral Sánchez

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Re: re: Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Óscar Distéfano escribió:Excelente relato. La narración es amena, atrapante, sin fisuras. El estilo es natural y pulcro. Lo que opino sobre el desenlace es que es un tanto cruel. No sé si el hombre se merecía tanta desgracia, tantos golpes violentos del destino; pero, la vida es así. Ese triunfo femenino puede también terminar mal. ¿Quién nos dice que no? ¿Verdad?

Un gran abrazo.
Óscar

Jajajaja... claro que ese triunfo femenino puede acabar fatal, Óscar, pero esta vez ha salido así el desenlace.
De todas formas la prosa no es fácil para mí, tampoco la poesía, pero insisto para mejorar.
Gracias por venir y comentar, compañero.
Un abrazo.
—-
Marisa Peral Sánchez

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Marisa Peral
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Re: Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por Marisa Peral »

Relatito de 2013
Marisa Peral escribió: Carta a un marido muy ocupado


Querido Arturo:
Quizás no debiera dirigirme a ti con una carta como esta, pero me veo en la
necesidad de hacerlo porque es imposible hablar contigo, cariño, y ya no
puedo más. Estás siempre tan ocupado que no me haces ni caso y tengo mucho
que contarte. Tendría que atarte a la pata de la cama y también amordazarte
para que me escuchases sin interrumpirme, pero eres tan enorme y, con tu
metro noventa... no podría hacerlo yo sola y, la verdad, no puedo pedir
ayuda porque lo que tengo que decirte es tan personal que no quiero que haya
testigos delante.
No deseo hacerte ningún daño pero quiero el divorcio, cariño, en realidad sé
que tu también lo quieres y te entiendo, es más cómodo que lo pida yo ¿no es
cierto? De ese modo quedarás como la pobre víctima, el pobre marido
abandonado por su mujercita, esa arpía que te engaña, porque... si, cariño,
te engaño, es decir, te he estado engañando, pero... no es nada personal
contra ti, simplemente es porque, ya, no te aguanto más.
Verás, ¿recuerdas a Jaime? Si hombre, es aquel chico con el que salí antes
de conocerte; te he hablado de él muchas veces y la verdad es que no te
gustaba nada que lo hiciera. Jaime era tan amable... y yo sólo te contaba
cosas buenas de él. Siempre que tú y yo teníamos alguna discusión, te
recordaba que debí casarme con Jaime y no contigo, y eso nunca te gustó. Yo
lo hacía para fastidiarte, pero la verdad es que lo he pensado cantidad de
veces.
Bueno, pues como no deseo que te quedes con la curiosidad de saber cómo
empezó mi romance con Jaime, te diré que hace unos meses salí de compras y
comenzó a llover a mares. Y como siempre, me fui sin el paraguas, porque
odio los paraguas y porque, además, acabo perdiéndolos siempre.
Mientras esperaba a que el semáforo me diera paso cayó un aguacero
inesperado y, aunque llevaba aquel chubasquero amarillo que me regalaste -
la verdad es que tu mal gusto no tiene límites, porque con él parezco el
Capitán Findus - me quedé caladita hasta los huesos y, en esas, se acercó a
mí un caballero muy amable que me dijo:
- ¿Me permite que la cubra con mi paraguas? Es que llueve de una forma que
va a pillar Vd. un resfriado tremendo.
Le miré un tanto sorprendida porque, lo cierto, cariño, es que creí que ya
no quedaban caballeros; pensé que podía ser algún fresco que simplemente
quería aprovechar la ocasión para ligar, pero llovía tanto que le contesté:
- Pues gracias, la verdad es que estoy calada y este semáforo tarda
demasiado en cambiar.
- ¿Adónde va? puedo acompañarla si no va muy lejos y así no se mojará más.
- No, no voy cerca, aunque pensaba entrar antes en la cafetería de la
esquina a tomar un café y esperar a que pase esta tormenta, es suficiente
que me acompañe hasta la puerta, muchas gracias.
Yo le miraba de reojo porque su cara me resultaba familiar y él hacía lo
mismo. Entonces decidimos mirarnos sin ningún reparo y casi simultáneamente
dijimos:
- ¿Tú eres Jaime?
- ¿Tú eres Marga?
- ¡Qué casualidad!
- ¡Cuánto tiempo!
- Venga, tomemos ese café juntos. Así podremos charlar un rato.
Y eso hicimos, tomamos café y hablamos y hablamos durante horas; el tiempo
pasó volando, y nos sentíamos tan bien juntos... Recordamos tantas y tantas
cosas de nuestra adolescencia... porque éramos eso, unos adolescentes cuando
tú apareciste y me subyugaste, cariño, haciéndome olvidar a Jaime entonces.
Le conté que me casé contigo y él también me contó que se casó con una
inglesa, pero que ahora está separado. ¡Cosas que pasan!
Quedamos en llamarnos para vernos otro día, pero yo pensé que Jaime no me
llamaría. ¡Y mira, me llamó!
De esto hace ya casi seis meses y desde entonces, amor, te estoy engañando
con Jaime, y no sabes lo feliz que soy ahora. Con Jaime he descubierto que
el amor no es lo que tú me has enseñado, él es tierno y me trata con tanta
dulzura que es un sueño estar con él, y es apasionado, sí, ¡no sabes cuánto!
No quiero herirte contándote detalles y, por supuesto, no es cuestión de
hacer comparaciones, entre otras cosas porque no hay comparación, vamos, que
contigo, cariño, hacer el amor era muy aburrido, parecía un diálogo de
carmelitas, siempre igual de monótono y muy frustrante. Y, por supuesto,
teníamos que hacerlo únicamente los domingos por la mañana, porque es el día
que estabas descansado de tu agitada vida laboral, siendo el domingo
precisamente cuando a mi me apetecía descansar y poder dormir un rato más,
porque yo, cariño, también trabajo mucho el resto de la semana.
Sin embargo, con Jaime, es un asalto permanente de pasión, en los sitios más
insospechados, en el ascensor, en la cocina, incluso en los servicios de una
gasolinera. Es una locura, cariño, y es bueno, muy bueno en la cama, con él
me siento como si subiera en una montaña rusa... sube, baja, ralentiza,
acelera, me lleva al cielo o al infierno, me abrasa con su deseo y, yo,
cariño, me dejo abrasar y le abraso también a él. No deseaba darte detalles,
pero he aprendido tantas cosas que te sorprenderías, aunque creo que tu
capacidad de sorprenderte conmigo está agotada.
Contigo, cariño, es imposible hablar. Yo te lo hubiera explicado mucho antes
con toda confianza, me hubiera sincerado, pero estás siempre tan ocupado que
no he querido molestarte con mis cosas. Estas nimiedades te podían alterar
un poco, y tu trabajo es tan importante que no quise que nada interfiriese
en tus vitales y trascendentes decisiones.
No ha sido difícil engañarte, cariño, debido a los muchos viajes de negocios
que haces. Con tus tantas cenas y compromisos yo tenía el campo libre y
nunca me has preguntado qué hacía en tu ausencia ni tampoco te preocupaste
de ello, por lo que no he tenido que mentirte. Es una tranquilidad, no
creas.
Así que, ya ves, esta es la situación, cariño. Y como, según dices siempre,
yo soy tonta, -aunque siempre he sospechado, por mi cuenta, que no lo soy
tanto como tú crees- he pensado que para que no te quedes demasiado solo,
puedes seguir con Adela como habías hecho hasta ahora, sí cariño, me refiero
a tu secretaria. ¡Hombre! ya sé que no es tan guapa como yo; ella es algo
gordita y también tiene un ojillo un poco torcido pero apenas se nota, y con
las gafas de sol que acostumbra a llevar, ni siquiera se le ven los ojos.
Además, te llevas muy bien con ella, y como ya la conoces, pienso que no es
como para que te pongas a ligar ahora con otra para no quedarte solo
¿verdad? Sé que a Adela la conoces profundamente. ¡Ya ves que una no es tan
tonta, cariño!. Lo que quiero decir es que ya conoces como trabaja y también
que puede hacerte la maleta perfectamente, esas cosas que tanto te gustan y
en las que eres tan exigente y que siempre necesitas que hagan los demás por
ti, sobre todo, después de habértela hecho tantas y tantas veces. Sabes como
guisa... y, además, cariño, lo más importante para ti es que tienes la
certeza de que no te fallará en la cama, porque supongo que, de esto último
y después de tanto tiempo, estarás seguro, ¿no? ¡Ah! Se me olvidaba, amor,
quisiera darte un pequeño consejo para que se lo transmitas a Adela, y es
que hay ahora una nueva gama de desodorantes en el mercado, de esos que
eliminan los malos olores pero que no dejan huella, es decir, que no
huelen... pues eso.
Te deseo que seas feliz porque yo, amor, ya lo soy. Y soy feliz gracias a tu
tremenda dedicación al trabajo, a tus desvelos por Adela y por tenerme a mí
en el más completo olvido. Gracias a todo ello me has dado la oportunidad de
volver a ser feliz con el amor de mi vida y que creía haber perdido para
siempre.

- Venga, Marga, echa ya esa carta con las flores, que el cura está esperando
para rezar el responso.

- Sí, Jaime, es que... como no me dio tiempo de decírselo ni de darle antes
la carta, la he releído como si le hablase, para que fuese más personal
¿sabes? Qué mala suerte la de Arturo ¿verdad? Ahora que por fin se iba a
librar de mí, a la pobre Adela se le ocurre pegarle un tiro ¡qué cosas! De
lo que son capaces algunas por los dichosos celos.

- Pues si mi cielo... y lo verdaderamente sorprendente es que todos
pensábamos que Adela era su amante exclusiva, y resulta que, Arturo, en
realidad, bebía los vientos por don Marcial, no me extraña la reacción de
Adela, la verdad.

© Mar
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Marisa Peral Sánchez

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el tornillo que te falta.
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F. Enrique
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Re: Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Interesante, ameno, divertido... te has lucido Marisa.

Un abrazo.
Los besos por escrito no llegan, se los beben los fantasmas por el camino.
(Franz Kafka)

https://vampirosypoetas.blogspot.com/20 ... oesia.html

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Marisa Peral
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Re: Carta a un marido muy ocupado

Mensaje sin leer por Marisa Peral »

F. Enrique escribió: Jue, 21 Nov 2024 19:16 Interesante, ameno, divertido... te has lucido Marisa.

Un abrazo.
¡Qué sorpresa! Si en este foro no entra nadie, jajaja…
Me alegro de que te haya divertido.

Gracias y un abrazo.
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