La Almadraba no volverá a ser un barrio blanco, los comerciantes fenicios nos vendieron con los primeros televisores; los que crecimos hollando sus orillas en el verano más largo teníamos el corazón abierto al viento sin importarnos de dónde venía, ahora somos comadres que sonríen en la fachada y tiran aviones de papel envenenados cuando nos damos la vuelta, el dinero tiene un perfume subversivo, aunque no tenga olor, que hace que las anguilas maldigan el arroyo en el que nacieron. Había pobreza, y los defectos inherentes a la naturaleza humana con la envidia ocupando un lugar de privilegio, pero había dignidad ante la muerte y el olvido, no sé qué significa eso cuando la comodidad se convierte en la diosa más implacable, resulta su sonido tan embriagador cuando arrancas el motor de tu primer coche y piensas que nunca volverás a sentir hambre de justicia por aquellos que se quedaron atrás y no encuentran su paso, cuando abandonas a aquellos a los que arrebataste hasta el último suspiro y ya no pueden caminar gobernando sus piernas.
Nadie me espera en una casa que perdió su aliento, no puedo luchar contra el miedo, ni contra el dolor, ni contra hombres distintos que son también mis hermanos aunque haya una barrera insalvable en nuestras respectivas formas de interpretar el mundo y el papel que desempeña el hombre en él; hay quien lucha contra Dios estando a su lado y quien lo hace contra el destino con todas sus consecuencias.
Cuando Raimon grabó esta canción en 1967, España empezaba a despertar al bienestar, a los que teníamos como única lengua el castellano nos decían en el colegio que en España había solo una lengua, las demás eran dialectos, nos decían demasiadas mentiras, pero sin pretenderlo decían algo cierto; la misma opresión nos había hermanado y podíamos entendernos y denunciábamos el mismo Purgatorio tenebroso vestido con los ropajes de la Gloria aunque lo hiciéramos en diferentes lenguas.
La crítica profunda y melancólica al desarrollismo de Raimon es la nuestra. Habrá quien quiera ver en esta postura un sesgo reaccionario y es cierto que, en algunos casos, se han vertido proclamas insostenibles en contra del progreso. Pero nada más lejos de la realidad cuando algunas de las almas libres e independientes de nuestro tiempo se han manifestado en contra de la modernidad simplemente diciendo que el emperador no lleva traje o narrando las elegías cotidianas de los desfavorecidos, desentrañando una moral que nos esclaviza con las cadenas de nuestra libertad.
Ya vemos; hoy en los lugares de España que tienen una lengua propia se lucha, con medios poco democráticos y una tendencia por exaltar un nacionalismo que olvida la debacle sentimental, teñida de violencia, de esta tendencia en el siglo XIX, por debilitar el castellano y convertirlo en un extraño, por demonizar la bendición de un bilingüismo pleno.