

A mi interpretación del huevo y la extinción de las enciclopedias y no por menos a la gota que rebosante nos dio a Google y a Virginia Wolff en el stream of consciousness.
En aquellos días la gente del desierto se abrió camino hasta alcanzar la gran metrópolis.
Desde Cabo de Hornos hasta Medias, la gente era el entrenamiento y el negocio, esta simple fórmula era el material prefabricado para construir la edificante fuente del concretismo.
Pluvius, conociendo bien a su mujer, le propuso dos cesáreas. La primera, si sobreviviría el parto de Coitus, y la segunda si llegará a estar su vida en peligro ante la inesperada invasión del mar. ¿El mar? (dijo la voz de Incredulu desde la la cabecera). ¡Cuanto salta a la vista desde el lecho del mar! En aquellos acariciados tiempos, el mar era la gente que se sentaba sobre muchas aguas y así mismo parían primero huevos, después los peces salpicaban las costras en las endurecidas regiones de noches cortas, demasiado cortas para la venganza del mar. Si Cailin se sometía al suplicio del agua, este segundo, el viento gemía recién nacido entre las piernas dichosas que envolviendo la coronilla, discretamente, Cailin fue persuadida a sentir el filo, precipitando sobre el vientre los borbotones de sangre pura y de una herida mortal nacería Voizous. Alguien tiene que ser la voz del viento. (Continuará).
E.R.Aristy