—de reloj de pared—
agazapado en la niebla.
¿Sabes?
Hoy ha venido la amistad en sombra.
Y en la flor del mañana
el sol me agostará
—como un cabrón—
mañana.
La palabra no significa ya el nudo corredizo.
Te libero. Me libras.
La imagen a cámara lenta
abandonó la habitación oscura
de la fotografía:
Rosa marchita
cruz en el lienzo.
Recurrió a los rojizos temblores del color
y halló su fuerza
—finalmente—
en la forma asimétrica de sus pétalos.
Tu palabra ya no recupera su tersura
ni su juventud.
Nalgas caídas que corren entre alaridos de luz.
Desorientada,
puede que alcance
la luz árida de un desierto
sin nombre.
el aire que desaloja la luz arrebatada.
la noche sustituida.
El calor.
La color.
La palabra.
Puede que en un tiempo cero las palabras, las imágenes, la música y la voz —especialmente el tono—puedan abrirse hasta conseguir que el seco aire circule por las ventanas. Y nos lleguen del mar músicas de oleajes y gritos de las multitudes que se queman al sol.