
Escúchame con vista procelosa,
con jaurías de témpanos lábiles y ojerosos
que tus antepasados hayan desvirgado,
sediciosos andenes e injertos en tu boca,
con olorosos huéspedes ficticios y estómagos
de tímpanos procaces con vacuas infecciones.
Cúrame con la prez de las fraguas más lúgubres,
de mis convalecencias silenciosas,
donde el ruido es la sombra en el cariz enhiesto
y el yugo de la estrella que asoma por tus cejas
describa el alba insomne de una mirada austral.
Facilítame un suero, escarcha en mis nudillos,
rémoras o lampreas que se adosen al tiempo
cuando te acojo estéril en la ola sin orilla,
queriendo anquilosarme en tu seno de aullidos,
con estruendos y huellas de huellas y de estruendos.