Tiendo a pensar que eres una sensibilidad solitaria, Roxane, como lo era Virginia Woolf con su insatisfacción de mujer acomodada que juega a ser alguien diferente sin percibir el peligro de ello o Zelda que era una muchacha desinhibida que probablemente se peinaba a lo garçon y llevaba la falda corta, se dice de ella que tuvo una participación decisiva en las primeras novelas de Scott Fitzgerald, que no pudo superar que la noche fuese tierna. Tú utilizas el español y el inglés sin que sea espanglish, eso no necesariamente crea vanguardia, pero en tu caso sí, eres la Patti Smith que sufre y se redime. Como dijeron los ojos tristes de Burt Lancaster; hay que correr mucho para seguir en el mismo sitio. A todo esto, somos algunos los que pensamos que Marilyn era una cantante callejera abandonada a su suerte. Pero ¿existió Marilyn? Tendremos que buscarla en el Cuarto Milenio.
Estoy a tu lado. Un abrazo.
Sharon Olds - La muerte de Marilyn - Traducida por Ángel Ferrer
Me ha apetecido traducir este bonito poema de la poeta Sharon Olds. Ya tenemos por aquí algún poema suyo, y en este caso, se trata del titulado ‘La muerte de Marilyn Monroe’. Una muerte que sigue conmocionando a mucha gente.
La muerte de Marilyn Monroe
Los de la ambulancia tocaron su frío
cuerpo, lo subieron, pesado como el hierro,
encima de la camilla, trataron de cerrar la
boca, cerraron los ojos, ataron los
brazos a los lados, desplazaron
un mechón de pelo, como si les importara,
vieron la forma de sus pechos, achatados por
la gravedad, se la llevaron
bajo la sábana, digamos,
escaleras abajo.
Esos hombres nunca volvieron a ser los mismos. Más tarde
se fueron, como siempre,
a tomarse una copa o dos, solo que no podían
mirarse a los ojos.
Sus vidas dieron
un vuelco, uno tenía pesadillas, extraños
dolores, impotencia, depresión. Al otro no
le gustaba su trabajo, su esposa se veía
distinta, sus hijos. Incluso la muerte
le parecía diferente-un lugar donde ella
estaría esperando,
y el otro se encontró a sí mismo, ahí parado, por la noche
en el umbral del dormitorio, escuchando
a una mujer respirar, tan solo una mujer
normal
respirando.
The death of Marilyn Monroe
The ambulance men touched her cold
body, lifted it, heavy as iron,
onto the stretcher, tried to close the
mouth, closed the eyes, tied the
arms to the sides, moved a caught
strand of hair, as if it mattered,
saw the shape of her breasts, flattened by
gravity, under the sheet
carried her, as if it were she,
down the steps.
These men were never the same. They went out
afterwards, as they always did,
for a drink or two, but they could not meet
each other’s eyes.
Their lives took
a turn–one had nightmares, strange
pains, impotence, depression. One did not
like his work, his wife looked
different, his kids. Even death
seemed different to him–a place where she
would be waiting,
and one found himself standing at night
in the doorway to a room of sleep, listening to a
woman breathing, just an ordinary
woman
breathing.