
Siempre el tiempo sin dueño,
en el estante, abajo, luce la enciclopedia, sol y polvo,
mis ideas no llegan al final,
se quedan con el resto de intenciones,
la alfombra roja y negra, ya cansada
de corazones falsos, curtidos, de poliéster,
cuántas veces arrastra su mosaico,
cuánta esperanza, riela la habitación,
su rumbo, que fluctúa, desencadena ojos;
la butaca, el espacio en que el alma de aquel,
se asemeja al del bosque, lugar para perderme, e intercambiar mi sombra
con los árboles. Noche de cielo y espejos,
no hay distancia hacia mí, y pertenezco a todos.