poeta de causas perdidas,
cantor de tristezas
cantor de alegrías,
¿cómo serían mis versos?
Si cada verso que escribo está muerto.
(Eva Sobredo)
De adolescente uno suele ser muy impresionable y recordando piensa en la mañana de agosto que se enteró de la muerte en un accidente de tráfico de aquella que le mostró un nihilismo tierno e irreverente en el Siete Colinas con su "Nada de nada", ahí me enganchó, podía ser el año 1973 y la música ya no sería la misma para mí; era necesario forjar buenas canciones a partir de la letra.
Paseaba en un día luminoso de agosto por la Carretera Nueva, el taró nos había dado tregua aquel año, me sentí como si mi adolescencia se esfumara y fuera consciente, de una vez por todas, de que el hombre había pisado la Luna blanca de la mañana. Apenas reflexioné sobre la muerte, disimulé como pude que tuviera los ojos empañados, mirando hacia la playa donde me arrojé a los brazos de los Beatles unos dos meses antes, y donde seguía sonando en mi vida, asocié a esos artistas inmensos con la equilibrista que resbaló y, como siempre, había quitado la red. Yo no sabía entonces que uno de los primeros y desafortunados intentos por asomar la cabeza de Cecilia instaba a los de Liverpool a que volvieran a unirse.
Esta canción no la escuché hasta 1995, me la aconsejó una amiga que estaba mejor relacionada que yo con la contracultura quizás un poco afectada con guiños a un orgullo nada real de sentirse diferente. Yo pensaba que debía tenerla, pero no, la cassette que compré en un mercadillo en Toledo en 1980 no era el antológico Cecilia 2, sino una recopilación en la que brillaba la presencia de canciones de este disco.
Vamos a prestar atención a lo que dice, podría decirlo cualquiera que tenga un poco de sensibilidad, cualquiera que se arrojara en los brazos de sí mismo sin ningún miramiento; hay buena gente tan mala que nunca lo hace por miedo a que se rompan los espejos de su respetabilidad. ¿Y si Dios existiera y no fuera bueno, y anduviera siempre preocupado por su propia eternidad porque no la comprende?
Cecilia era grande, Evangelina una exiliada voluntaria, no le gustaba ese nombre con tantos guiños a la religiosidad más estirada y solemne, pero tomó su hipocorístico, idéntico al primer nombre de mujer para firmar sus canciones. Aquí estamos viajando dulcemente al dolor de sabernos perdidos y admitiéndolo; perdimos algo muy grande cerca de Benavente. Es probable que fuera dormida y no pudiera recurrir a la ironía de la vida que le arrebataban los hados en su mejor momento creativo. La noche, y una carreta sin luces, nos privaron de seguir escuchando canciones inolvidables.
y no pienso volverme atrás
me mataría mañana
sin pensarlo más.
Aunque sé que a muchos el nombre de Cecilia no les dirá absolutamente nada, esa nada a la que le escribió unos versos imborrables, ella fue, a pesar de su look nada acorde con la expresión, la gran dama de la canción española, ya que no tenía nada que ver con la solemnidad escalofriante de Juliette Gréco, con la pasión efectista e iconoclasta de Mina, ni con el temperamento arrollador de Amália cantando La Zarzamora. Sé que esto no me lo perdonaría teniendo en cuenta su radical rebeldía ante el mundo y la España provinciana, de perfil bajo y estrecha, milagrera y asustada de la libertad que, como Larra, encontró a su vuelta, ya que pasó buena parte de su niñez y adolescencia viajando con sus padres, él era diplomático y esto le ayudó a tener los ojos bien abiertos y describir lo que veía por ella misma sin las cortapisas sociales, ni la bendición desde el púlpito.
Cuando la conocí realmente, quiero decir a comprender lo que decía sin el ramito de violetas, estaba muerta y yo en Toledo y me quedé prendado con esta canción que aún hoy sigue siendo mi favorita entre las de ella. No creáis que es fácil decir algo así o aceptar con los ojos en paz que otra gran canción de ella haya quedado inédita.
Merece la pena conocer a Cecilia. Como Larra pasó su niñez en el extranjero, este porque su padre era afrancesado, ella porque era diplomático el suyo. Quizás por ello, ambos se horrorizaron con la España que se encontraron cuando volvieron en plena juventud a ella, él porque Madrid parecía un pueblo y apenas con sus virtudes y muchos de sus defectos comparado con París, ella porque encontró lo que sería los últimos estertores de la España católica practicante que favorecía, por el culto a las apariencias consecuentes de estas y a que seguía campando a sus anchas nuestro pecado capital, también de los catalanes. Antes del Procès creía que por su laboriosidad, su seriedad en la más positiva de sus acepciones y un pragmatismo sano importado de la Europa más evolucionada. Debo reconocer que estaba equivocado que nunca hayan dejado de ser tan envidiosos como el resto de los españoles.
Creo que ninguno de los dos son demasiados conocidos fuera de España, la razón podría ser que se centraron en buena parte de su obra en los problemas específicos que se encontraron, aunque, como todo autor de valía, ambos supieron ahondar en los sempiternos problemas de la naturaleza humana y el amor.
me tienen que enterrar
y unos cipreses negros
se llevarán mis sueños,
Si no fuera porque mi padre
siempre llora en los entierros...
Si no fuera porque mi amante
es algo sentimental,
me mataría mañana mismo
sin pensar...
(Eva Sobredo - Si no fuera porque - 1972)
Valorando que compuso casi todas sus canciones, que tenía una voz tierna y bonita, que la música de sus canciones, por desgracia no en algunas de las mejores, como "Con los ojos en paz", resiste el paso del tiempo y que era una gran poeta, llego a la conclusión de que no ha habido cantante española como ella. Pienso que le gusta a todo aquel que la conoce. Tengo la impresión de que ahora la tenemos un poco olvidada, pero estoy seguro de que volverá..
(14 de mayo de 2014)