Catulo

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F. Enrique
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Catulo

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A Ramón Ataz
Te amo y te odio al mismo tiempo.
Me preguntarás cómo puede ser así.
No lo sé.
Pero es lo que siento, lo que me crucifica.

Catulo, poeta romano de los tiempos de César, nació en la ciudad donde Shakespeare siglos más tarde situaría su inmortal Romeo y Julieta. Su origen aunque acomodado era, por lo tanto, provinciano, lo que le produjo un complejo que le llevó con tal de significarse, a hacerse amigo de algunos de los políticos más indeseables de su tiempo, alguno de ellos llegó a participar en la famosa Conspiración de Catilina para acabar con la República. Su amor por Clodia, la Lesbia poética, fue inmenso y tortuoso, tan bella y licenciosa que la mismísima Mesalina envidiaría más tarde en su desenfreno. Alegre y divertido como amigo, implacable cuando las flores se tornaban lanzas, delicadísimo y procaz al mismo tiempo, mediocre en la épica, en boga ya como exaltación del destino inmortal de la Ciudad Eterna, desangrada por las Guerras Civiles y que esperaba a Virgilio para encontrar su medida. Irregular y no siempre afortunado como poeta lírico, cuando consigue la inspiración de los besos, los pajarillos y sobre todo en la evocación del pasado cuando comprende la pérdida irreparable y aflora el arrepentimiento, la nostalgia y el deseo de gobernar la nave que partió para siempre, entonces es humano, variado, profundo y se convierte en uno de los poetas más grandes que ha existido.

Estos poemas son algunos de los que le han inmortalizado con toda justicia. Mi conocimiento de la lengua de Cicerón es limitado, por ello en estas versiones o variaciones, más que traducciones, he querido que prevaleciera la admiración que siento hacia el poeta por encima de cualquier otra consideración. Podéis obtener por Internet un sinfín de traducciones más fieles y mejor comprendidas desde un punto de vista del conocimiento de su lengua, y otras que habrán logrado construir un poema casi tan grácil y profundo como el original en nuestro idioma. Yo sólo he pretendido cumplir un objetivo que rondaba mi cabeza desde la primera vez que los leí en un libro de 2º de BUP de mi hermana pequeña. Bien o mal, lo he hecho con todo lo que tengo, pero ya sabemos, cuanto más alto se sube… nos lo recuerda Baudelaire en el Albatros. Por respeto a aquellas personas que aman esta lengua a la que le debemos tanto, a estos poemas los llamaré variaciones; no pueden ser otra cosa dado mi nivel de Latín.


Carmen III

Llorad, y no paréis ¡Oh, Gracias y Cupidos!,
como suelen hacerlo los hombres más sensibles.

Ha muerto el gorrión orgullo de mi amada,
su preciado tesoro era ese pajarillo,
el mismo al que quería más que a sus propios ojos;
era como la miel, volaba hacia su dueña
como una niña corre de su madre al encuentro
y nunca se apartaba del regazo que adoro,
y saltando, y brincando a su alrededor piaba
por llenarla de gozo sin pausa ni tristeza.

Surca ahora una ruta terrible de tinieblas,
busca el lugar sombrío de donde nadie vuelve.

¡Oh, maldita y perversa oscuridad del Orco
que marchitas y extingues todo lo que es hermoso;
me arrancaste el gorrión que su pecho alegraba!

¡Oh, perversa fortuna, pajarillo perdido!
Ahora, por tu culpa, los ojos de mi niña
enrojecen sin tregua hinchados por el llanto.

Carmen VIII

¡Ay, pobre Catulo, deja de hacer locuras
y considera, de una vez, perdido lo que fue tuyo!
Hubo un día en que brillaban los soles más dichosos
para ti y acudías radiante adonde ella te llevaba
para ser querida como ninguna otra podrá serlo,
con todos los juegos que se te antojaban,
y tu niña quería que fuese así.
Sí, es cierto que brillaban los soles más radiantes.

Ella ya no te quiere, ya que nada
puedes hacer para evitarlo,
tú tampoco debes quererla
ni seguirla cuando se aleje, ni vivir
en la amargura.
Debes resistir con un empeño ciego,
¡Oh, sí, resiste a tu pasión!

Adiós niña. ¡Catulo está decidido,
ya no te buscará ni hará ruegos
en contra de tu voluntad.
Tú te lamentarás cuando nadie de ti se acuerde.
¡Perversa, ay, de ti!
¿Qué vida te espera? ¿Quién se te acercará ahora?
¿Quién te mirará pensando que eres bella?
¿A quién vas a querer?
¿De quién serás? ¿A quién besarás y le morderás los labios?

Pero tú, Catulo, no cedas, debes mantenerte firme.
***
Unos versos caídos en el cielo de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no puede desplegarse
cuando no encuentra el camino de tus labios./align]
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