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Tú siempre tan aliblanco,
pez mantequilla navegante del Tajo,
conquistador de mapas;
tan disimulado de soberbia,
tan aseado de faltas,
tan disculpado de disculpas,
tan exento de educación física.
A cubierto de aguaceros
en el trivial rincón de los rateros,
que te vienes y te vas
de trago en trago
entre mentolados de ocasión,
de amistad en amistad.
De un hermano que anochece
a otro incauto que amanece,
de mujeres de un vaivén,
amantes de Aviñón,
flores distantes de abril
que se esconden si te ven.
Del bolsillo al alma
y del alma al terraplén.
Tú que no das y solo tomas,
que te llevas el gato y la liebre,
la fuente y el pedestal,
el queso y el cascabel.
Tigre de juguete, pajarita de papel
que te callas si te ponen
entre la espada y la pared.
Tú que entonas un «ya lo sé»
sin salir del callejón,
tú que entonas un «no te vi»,
cobarde para torear,
tú que entonas un «pasaba por aquí»;
a ti, gazapo juvenil,
maduro de cartón
con codo y culo de París
perdido en las avenidas de Madrid.
Del bolsillo al alma
y del alma al terraplén.
A ti, soldadito en Fort Apache,
compañero de permuta,
cortesano de jardines; a ti,
aceitero de maquinistas de tren,
a ti, fogonero sin fogón.
A ti, eterno farsante de vodevil,
te dedico esta canción.
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