
Después de caminar juntos
por el bosque con las manos
entrelazadas, nos sentamos
en el borde de la fuente.
Te miro
a los ojos, todo sucede como un juego,
queriendo que adivines mi capricho,
mi enamoramiento.
Absorto en tu rostro,
apenas oigo el sonido manantial del agua
y tu voz, preguntando: ¡que tienes! , ¿estas bien?
Sin perder tu mirada, mis ojos te sonríen,
te gritan que ¡te quiero!.
Muero por que intuyas
mi deseo de ti, de un beso, de tu ternura.
Hoy maldigo el estar aquí; furioso,
amordazado, atado, entre estas
cuatro paredes acolchonadas,
gritando en silencio... ¡Estúpida!