lo que me dijiste un día
y no escuchar
tu silencio de ahora.
1
Mi alma tiembla sin norte
como estrella solitaria.
No sé si será la inercia
lo que se mueve en mi alma.
No sé si será la tarde
la que brilla o se apaga.
Sufro el desconcierto cruel
de emocionarme por nada.
De reír, cerrar los ojos,
acariciar una lágrima.
Ya no sé si eres tú
lo que se mueve en mi alma.
2
No deseé tu voz
ni tu misterio,
no arranqué la sonrisa
triste que me ofreciste.
Ya no puedo dejar
la sombra en el camino,
me arrastra tu silencio
como si fuera muerte,
como si fuera voz
en el aire exiliado
de soledad perdida,
huérfana de esperanza.
Solos tú y yo, soñando,
sin luz, ni madrugada,
en la noche que siente
tu voz perdida y rota
y el paso del Cometa.
Solos tú y yo, cantando,
solos y desmembrados
en la noche de amor
como un cuerpo insensato
con una herida abierta.
3
Amanecer con resaca en San Amaro.
(Octubre - 1997)
El poeta y el loco tienen misma natura;
uno habla sin pensar, el otro a la aventura.
(Jean Passerat)
I
Muere la gaviota en el destierro
emitiendo el quejido de un viejo campanario.
Suena una nota lánguida que muere,
que agoniza en la noche que se va apagando.
Un aullido sin trazos, sin palabras, sin rostro,
la amarillenta luna nos muestra en su regazo.
Aquí donde penetra el eucalipto
en el aire profundo teñido de incensario.
Aquí donde se estancan las estrellas
que ignoran el camino,
que no tienen mañana,
veo pasar los barcos
II
Ahora vuelvo, rumor, a tus orillas
sin pensar que tu huella
se ha apagado
en el rostro del alma de mi queja,
en la muerte del sol de la ventana
que se arrastra llorando entre la niebla.
Vuelve el otoño leve a los cristales
que reflectan las ruinas y el camino
despertando el sopor que refulgía
en el aire caliente de tu aroma,
en los hierros perversos y vencidos
donde dormita el lobo del silencio
y sollozan los monos sin sentido
su penumbra de hiel y la muralla.
Recuerdo el mar, la mar que enamoraba
la sirena perdida en mi regazo
y el lento respirar
que se perdió en tu boca
y entristeció mis manos,
y el ligero vagar de tus espejos
cruzando nubes, velas y santuarios.
Recuerdo el puerto
con voz de lejanía
recordando la huella de tu frente
y la mujer dormida de los montes
que yace en un instante de tu alcoba
que no se va, que abre las caricias
que se recuerdan siempre.
III
Adiós, quizás las sombras no sean tan oscuras,
quizás se calme el viento, triunfe la Primavera,
y un ruiseñor de luz se adueñe de tu noche
para seguir cantando donde reina el silencio.
(A Roberto Alonso)
Esperáis cenizas o pétalos de rosa
ya marchitos
en las palabras que pueblen estos labios
donde otrora cantara el ruiseñor de Keats.
Esperáis gemidos en el aliento y el aire,
el aire de la música que muere,
para representar
lo que no he sido
y habéis guardado de mí.
Pero yo os diré que persisto,
que esté dolor y está soledad
que muestran
las afiladas garras de la ausencia
podrán vivir en mí y atormentarme,
alterarán mi voz y apagarán mis ojos.
Mas no podrán mostrarme
que el amor no existiera,
que no hubo claridad donde habita la noche,
que el olvido que corre
por lugares y plantas que no escuchan y lloran
no ocupa el mismo espacio
que tuvieran la luz y la armonía.
Ha pasado un poeta y no se rinde.
Resiste lejos de la residencia del ocaso.
4
Aquí donde divaga la mariposa
quiero dormir como si un muerto fuera
que resiste en el sueño del letargo.
Dormir y que mi angustia me volviese
payaso o trovador que deslizara
la última canción de Dylan en sus labios.
5
Licor de cerezas
Esos días de licor que nos cantaban
fueron tan presurosos en nuestros labios
que tan sólo quedó un verso extraviado
recorriendo la noche de tu alma.
No volverá a moverse tu cintura
con aquella elegancia que aún respira
en el latido amargo de mi entrega,
ni volverá el misterio de tus manos
traspasando el umbral de la locura
de esos días de licor que nos cantaban.
La libertad no está, ni tu te enmarcas
en el limpio paisaje del recuerdo
donde grita el azul y el amarillo muere,
donde lloran la brisa y la tarde
por un poeta oscuro colgado en el reflejo
del mundo de color al que aspiraba.
Te he recordado siempre estrechando
esos días de licor contra mi pecho.