Palabras a Constance V

Poemas en verso y/o en prosa de cualquier estructura y/o combinación.

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F. Enrique
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Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por F. Enrique »


La muerte tiene ojos color avellana.
(Manuel Vicent)


1

Me equivoqué, Constance, al pensar que tus ojos
eran el cielo oculto de una lenta mañana,
un soplo de poniente de ideas peregrinas,
una alcoba pequeña,
sincera, atormentada
con sombras desiguales en mi ceño fruncido,
en mi gesto severo,
en mi sonrisa amarga,
un estanque nervioso con los ejes anclados
de fotos cenicientas y heridas en grisalla,
de un hombre dolorido
con páginas ausentes
que seguir no quería nublando las palabras
graves que te escribí en mi ardiente condena.

Ha pasado el amor por las calles varadas.
El marco que ahogó la rima pasajera
que brota de un silencio lleva nuestras miradas,
la escena que sentía nuestra sonrisa errante,
la soledad de un triste en lucha con su alma.

Los recuerdos, las fechas, las notas, los esbozos
se pierden en los labios que insisten en la nada.

2

Ha pasado el amor, la muerte tiene ahora
lo que fue del silencio y busca su vacío,
desde su abrazo yace tu voz en esta noche,
tus ojos de avellana son el leve sudario
de un sueño interrumpido
que he transitado en vela
por la angustia y las lágrimas.

Y no pude evitar la hora del dolor,
y no supe mirarte en el desván del miedo
cuando las procesiones lloraban con mi rostro,
cuando todas las flores sabían qué te amaba,
qué tú no me querías.

3


¡Cuántas veces
tendió el amor los brazos
hacia mi cuerpo trémulo
y abrazó solo arena,
(a)* una mujer sin nombre,
mientras yo sonreía en otra parte!
A mis mejores amigos
los perdí en algún recodo del camino
antes de haberlos encontrado.

(Anna Ajmátova - Mi vida ha transcurrido en algún sitio... - Traducción - María Teresa León)

*- Adaptándolo a Pavese y su perdida sonrisa de la noches romanas.


Así muestra en tus ojos la muerte su mirada,
el pesar de la vida,
cuando sueñas que entonas
un cántico que arranca con una melodía
lo frágil de la noche de un hombre adolescente
con lluvia en los huesos en su primera cita,
así la primavera parece recortarse
en el grito lejano cuando pasa el tranvía
que nunca llegará,
así vuela tu olvido por remotos senderos
que llevan en su vientre la extensión de mi herida,
por ruinas majestuosas que ya no te conocen,
que sufren con tu paso y alargan mi agonía.

4

Ya no habrá queja alguna
al colgar en tu muro
un deseo que piensa en una despedida,
el sol hierve despacio sobre la plaza muerta
y sonríe sin pulso
al signo de tu aliento
estancado, distante, de una pena que grita
amarga como un gesto que postrara al amor
a los pies de una nota
sin ritmo que no encuentra
su sitio en los estrechos de las manos dolientes
como el sollozo lánguido de una vieja guitarra
que no encuentra su música
y cumple su destino
entre las cuerdas rotas y un corazón que sufre
la desesperación de las sombras que pasan.

5

Ya no podré negarte mi firma sonriente
de aquellos días,
ni el atavío extraño para acercarme a ti,
ni la risa forzada que moría en mi boca.

Ya no podré fingir el ardor que sentía
viviéndome en tu rostro, vagando entre las súplicas
de una angustiosa carta
que no encontró destino, rostro de primavera.

Este limo del Tíber se olvidó de las cruces
que vigilan sin pausa los siglos de deriva,
la torpe incomprensión de un sabio sin escudo,
un corazón sin nombre,
la triste soledad de las fontanas
cuando llegan los besos abortados,
los gigantes de piedra,
cuando llega la muerte de la tarde.

6

Pienso en mi pueblo quieto, párvulo en la llanura
de lento respirar,
embriagado de una infancia triste y sus colinas
de lejos evocando las velas apagadas
que avivan los misterios
de los Mares del Sur que aún nos mecen,
allí recordarán a un hombre huidizo,
tierno y apasionado
que no se echó a los montes;
murió con esa pena entre remordimientos
y una victoria oscura sin gloria ni alegría.

7

Callas, y en torno a ese silencio
se derrama la herida
que las columnas del pórtico vacío no sostienen,
el amor que los transeúntes torturan y arrinconan
pues no lo reconocen
en la luz de una fiesta
lúgubre que crepita en mi dolor ardiente
cuando planeas morir en otro vuelo,
pues temes los suspiros funestos y desolados
de mujeres perdidas
que siguen en la guerra, estallan, se enamoran
de ángeles caídos, de hombres extraviados,
y no tienen noticias que lleguen de algún frente,
de una camisa blanca ondeando en la aurora,
de una fecha que marque la huella del olvido.

8

Eres como una isla que se aleja y susurra
con el perfume ciego de una rosa marchita
que no conoce a nadie.

Yo soy como el ayer perdido e implacable
de una comparsa herida
que se oculta en la máscara angosta e indefensa
de un carnaval caduco y extinguido
que sigue, con su queja, llorando en la memoria.

Azul no era el cielo que descubrí en tus ojos,
roja no era la herida que esbozaste en el aire,
quizás solo el deseo me arrastra cuando vago
cansado de latir,
quizás solo los gatos sepan cuánto he querido
el color de tus medias, la huella de tu piel,
el perfume de versos que gimen en la brisa.

Ahora llega el dolor, y la melancolía,
y la muerte que siempre me encontrará en tus ojos.

9

Escucho en la penumbra de este cuarto sin vida
mis últimos requiebros, tu orgullo enmarañado,
tu cabello impoluto y quieto de esas noches
de maquillaje y laca, de cortinas y atrezos.

Tu determinación de hundirme en el olvido,
de arrastrarme en la voz que hieres y destruyes,
quedará en mi memoria susurrando en la piedra,
tu imagen volverá en archivos sin dueño
aunque cambies de nombre y avives mi dolor.

Estarás en mi mente y serás un espejo
en la llama de agosto, en las calles monótonas
de un Turín que cansado bosteza su rutina
en el rumor del río, en la queja del viento,
en la niebla del sol que me empuja a la muerte.

10

Es preciso encontrar, en la maraña de lo que nunca escribiste, las palabras que mejor te representen para encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los vientos cuando recorran su calle que pasabas por allí, que, aunque nadie lo recuerde, alguna vez viviste, que tuviste una amante aunque nunca yacieras con ella.

Ya no puedo ascender
al alfiler prendido de la falda plisada
que cierra tu cintura como una despedida
en un broche angustiado.

Tu huella se perdió en la última fuente
y otros pasos arrastra,
otra rosa de nube cenicienta
hacia un camino incierto que ilumina tu rostro
en parcas direcciones que rompen nuestros hilos.

Entre los calendarios olvidaste mi fecha;
ya no hablaré de amor
cuando diga tu nombre;
han bordado las sombras el color de tus ojos,
me equivoqué, lo sabes, y no me lo dijiste,
me dejaste soñar en un azul confuso
y me quedé en la calle de la sonrisa amarga.

Sé que ahora la muerte
lleva otro vestido,
miente con otros labios,
tiene otra mirada.
Última edición por F. Enrique el Sab, 16 Mar 2024 12:45, editado 16 veces en total.
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Unos versos caídos en el cielo de la noche
me recuerdan la soledad del mundo cuando no estás,
la tristeza de una sonrisa que no puede desplegarse
cuando no encuentra el camino de tus labios./align]
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Mirta Elena Tessio
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por Mirta Elena Tessio »

F. Enrique escribió: Mié, 04 May 2022 8:11
V

La muerte tiene ojos color avellana.
(Manuel Vicent)

Me equivoqué, Constance,
al pensar que tus ojos eran azules,
en una mañana espesa de engañosa primavera
de ideas descontroladas,
una habitación abierta a sombras desiguales,
un estanque tenso, desabrido y anclado
en los ejes de una escena dolorida
que no quería seguir manchando las palabras,
las fechas, las fotografías, la tinta, los borrones...

Así tu mirada muestra en tu rebeca
la vida cuando ríes
en los cánticos que rompen con una melodía
la fragilidad de la noche del amante adolescente
en su primera cita con Georgia en el recuerdo,
así la primavera parece recortarse
en un grito lejano donde las flores no respiran
cuando luces tu vestido por las calles antiguas
que sueñan con tu paso y acarician tus pecados.

Ya no habrá queja alguna,
el sol hierve despacio y sonríe la última
luminiscencia de tu acento sibilino
distante, estanco, seco,
perdido al pie de una nota abstracta,
en algún verso suelto
en una canción inerte olvidada en una esquina.

Ya no podré negarte en la firma de un instante,
ya no podré fingir
el amor entre tus piernas que respiran en mi boca.
Este limo del Tíber postergó estas cruces
que vigilan sin pausa los gigantes de piedra,
pienso en mi pueblo quieto, párvulo, anestesiado
en su llanura estéril,
allí recordarán a un triste que pasaba,
que no se echó a los montes y murió en esa pena
ebria de malestar, rota en remordimientos.

Callas, y en torno a ese silencio se derrama la voz
que las columnas del pórtico no retienen,
el amor que los transeúntes no tocan, sacrifican
y no guardan,
pues no lo reconocen en la claridad de una ventana
oscura que crepita
cuando planeas en otro vuelo,
pues temen los suspiros de mujeres oscuras
que siguen en la guerra, estallan, se enamoran
de los ángeles caídos, de los hombres sin noticia.

Eres como una isla que se me aleja y canta
con el perfume ciego de una rosa cortada,
como el ayer de una comparsa que se oculta
en la máscara suave de un carnaval extinguido
que sigue con sus quejas sin mirar el calendario.

No era celeste el cielo que descubrí en tus ojos,
no era roja la herida que esbocé en tu pecho,
quizás solo la carne me arrastra cuando hablo
cansado de latir,
quizás solo el deseo sabe cuánto he amado
el color de tus medias, la muerte en tu mirada.

Escucho en la penumbra de este cuarto velado
mi último requiebro, tu blusa ajustada,
tu pelo ordenado y quieto de esos días
de brillantina y laca, tu determinación
de hundirme en el olvido,
de arrastrarme en la Troya
que hieres y arrebatas a mis anhelos;
quedarán mis palabras,
tus rostro dormirá en los archivos
aunque cambien de nombre y te duela.

Te fuiste en abril, el año
lo he olvidado,
estarás en mi mente
y serás un recuerdo
en la llama de agosto, en las calles de Roma,
en sombras bajo el sol que me empuja a la nada.

Ha pasado el amor, la muerte tiene hoy
lo que fue del silencio,
desde el silencio vuelve tu voz esta mañana,
tus ojos avellana son el triste sudario
de un sueño interrumpido que mantuve despierto
y no supe verte aunque, sin duda, te adoraba.

VI

Es preciso encontrar, en la maraña de lo que nunca escribiste, las palabras que mejor te representen para encontrar una salida a tus equivocaciones, para decirle a los vientos cuando recorran su calle que pasabas por allí, que, aunque nadie lo recuerde, alguna vez viviste, que tuviste una amante aunque nunca yacieras con ella.

Ya no puedo ascender
al alfiler prendido de la falda plisada
que cierra tu cintura como una despedida
en un broche angustiado.

Tu huella se perdió en la última fuente
y otros pasos arrastra,
otra rosa de nube carcomida
hacia un camino incierto que ilumina tu rostro
en parcas direcciones que rompen nuestros lazos.

Entre los calendarios olvidaste mi fecha;
ya no hablaré de amor cuando diga tu nombre,
ha bordado la muerte el color de tus ojos,
me equivoqué, lo sabes, y no me lo dijiste,
me dejaste soñar en un azul confuso
y me quedé en la calle de la sonrisa amarga.

Sé que ahora la muerte
lleva otro vestido,
tiene otra mirada,
miente con otros labios.
Intenso poema Enrique que bien pudiera ser prosa, la muerte esta presente en tus verso.
Y se siente esa nostalgia. Me ha gustado tu labrado escrito. Abrazos.-
Porque después de todo he comprendido
por lo que el árbol tiene de florido
vive de lo que tiene sepultado.
Francisco Luis Bernárdez
Pilar Morte
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por Pilar Morte »

Profundos sentimientos dibujan tus hermosos versos. Hay tristeza y nostalgia bien trazadas.
Abrazos
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Concha Vidal
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por Concha Vidal »

"... que cierra tu cintura como una despedida
en un broche angustiado...."

Tiene tu poema, metáforas fantásticas, esta que destaco, me parece genial..." como una despedida en un broche angustiado", y fíjate, es que siento la angustia y la opresión que debe sentir la cintura.
Y hacer sentir en un poema, personalmente, me parece muy difícil.
Como siempre, abrazos mediterráneos.
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F. Enrique
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Atravesar una calle para escapar de casa
puede hacerlo un muchacho, pero este hombre
que anda
todo el día por las calles ya no es un muchacho
y no escapa de casa.
Hay tardes de verano
en que hasta las plazas se vacían, tendidas
bajo el sol declinante, y este hombre que llega
a una alameda de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más
solo todavía?
(Cesar Pavese - Trabajar cansa - Fragmento)

Hay quien aún reclama un Nobel póstumo para Pavese, Mirta. De haberlo recibido en su día, supongo que lo habría hecho con el gesto contrariado, como si le molestara ser el foco de atención de un instante. Este hombre triste conocía perfectamente las causas de su tristeza. Si sonrió alguna vez no fue por la importancia del premio Sterga, que le fue concedido por "El bello verano", sino porque este le posibilitó conocer a Constance Dowling y fotografiarse con ella, porque ello le llevaba a sentir los hilos de su aliento. La fracasada actriz americana es la responsable directa con su desamor de algunos de los poemas más conocidos de nuestro tiempo. No fue la última mujer a la que llamó pidiendo ayuda, esta fue su Pierina literaria a la que escribía cartas tiernas y doloridas, y no tuvo consideración con él.

Muchas gracias, Mirta. Un abrazo.
Última edición por F. Enrique el Lun, 19 Sep 2022 10:26, editado 5 veces en total.
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F. Enrique
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

He intentado llevar el tono de la poesía medida de Pavese al verso libre o blanco, Pilar. Esfuerzo inútil, me digo, a veces, y entonces siento la belleza del esfuerzo estéril hemingwayano. Estamos aquí para intentarlo, para traspasar el límite de nosotros mismos y afrontar el juego más serio, ese que nos dice que saquemos lo mejor de nosotros mismos en cada palabra que escribamos como si la muerte no existiera.

Gracias. Un abrazo.
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Tienes rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
viniste del mar.
Todo lo acoges y escudriñas
y rechazas
como el mar...
(Traducción: Carles José i Solsona)

Doy por bien empleado el tiempo perdido en la búsqueda de Pavese, Concha, un poeta que en su obra principal, Trabajar cansa, logra sin pretenderlo un lenguaje metafórico sin imágenes. De tal forma llevaba en la cabeza lo leído. Lo sigo teniendo entronizado, aunque no le gustara a Pasolini, es posible que influyera al poeta boloñés en algunos de sus más aclamados poemas.
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E. R. Aristy
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por E. R. Aristy »

Intenso y bello escrito, Francisco. Aunque hablas de Pavese en tus comentarios, siento que es tu propio sondeo empático lo que crea tu diálogo poético con el arte. Un abrazo grande.
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Creo entender a Pavese, Roxane, y eso me produce un intenso desasosiego. Era un hombre transparente que no supo vivir, ni siquiera en el triunfo; su muerte se produjo unos meses después de obtener un importante premio. Supongo que los premios, como la política, le importaban un bledo.

Para bien o para mal, no encuentro dificultad en los poemas que he escrito en honor del poeta piamontés, todo intenta fluir en su propio ritmo, puede que un poco entrecortado por esa respiración de asmático que se deduce que siempre le acompañaba.

Gracias. Un abrazo.
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Re: Palabras a Constance (V y VI)

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Mirta Elena Tessio escribió: Mié, 04 May 2022 12:31
F. Enrique escribió: Mié, 04 May 2022 8:11
V

La muerte tiene ojos color avellana.
(Manuel Vicent)

Sufriremos al alba, rostro de primavera.
(Pavese - Los gatos lo sabrán)

Ya ves, Mirta, he cambiado el poema quinto sustancialmente

Muchas gracias. Un abrazo.
Última edición por F. Enrique el Vie, 29 Dic 2023 17:18, editado 2 veces en total.
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Re: Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Rafel me ha dicho que lo suba para obtener visitas.

Un abrazo al gran Rafel.
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Ana Muela Sopeña
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Re: Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por Ana Muela Sopeña »

Me perdí esta maravilla en su momento, Enrique:

Has plasmado con acierto esa tristeza de Pavese por el amor perdido...

La cadencia es perfecta. El tono el justo. El estilo muy tuyo.

En fin... que me ha encantado.

Enhorabuena
Un abrazo grande
Ana
La Luz y la Tierra, explosión que abre el corazón del espacio.
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Re: Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Coma idílico

No maldigas el tiempo que perdiste
conquistando mi alma
y otras cosas.
¿Aún deseas que te diga
lo que quieres oír?
Sírveme otra cerveza,
arráncame la ropa con los dientes
y destroza a pedradas
el castillo de arena y cicatrices
que a diario restauras
en alguna bahía de mi olvido.
(Katy Parra)

No sé cuántas veces, Ana, he editado este poema, no sé cuánto he sufrido.

Eres mi poeta favorita, detrás de Morgana de Palacio y Katy Parra.

Un abrazo.
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Re: Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por F. Enrique »

Ana Muela Sopeña escribió: Mié, 20 Dic 2023 10:29 Me perdí esta maravilla en su momento, Enrique:

Has plasmado con acierto esa tristeza de Pavese por el amor perdido...

La cadencia es perfecta. El tono el justo. El estilo muy tuyo.

En fin... que me ha encantado.

Enhorabuena
Un abrazo grande
Ana


Muchas gracias Ana, eres un encanto.
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Alejandro Costa
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Re: Palabras a Constance V

Mensaje sin leer por Alejandro Costa »

"Sé que ahora la muerte
lleva otro vestido,
miente con otros labios,
tiene otra mirada."

Tan largo como inmenso. Es una locura envuelta en placer su lectura.

Me gustan estos poemas, tan serios, tan llenos de miedo, de sensaciones agonizantes, de dolor, de locura. Me recuerdan a los grandes, a los poetas que nos maravillaron y nos enseñaron el camino. Aquellos poetas serios, que llenaban el papel de belleza.

Es inmenso, compañero. Probablemente soy antiguo, no he avanzado en el tiempo, pero este es el tipo de escritura que me llena, que me llega hasta el más hondo interior, que me hace sentir y vivir la poesía.

Por mucho que se avance, no habrán más Lorcas, Hernández, Nerudas, Benedetis...

Uno lee tan solo un verso aislado de los grandes y nos inunda de belleza. ¿Tristes? Seguro ¿Serios? Muy serios ¿Bellos? Eternamente bellos.

Tu poema me ha transportado a ese mundo, al mundo de la poesía, de los maestros.

Gracias, compañero.

Un fuerte abrazo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.…


Me sobra el corazón (Miguel Hernández)
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