(Sófocles - Antígona)

Como las nubes blancas que se alejan despacio
con un ritmo de muerte
marchaban nuestros sueños
pero tú arrancabas de tu deseo el alma
y nunca te entregaste,
recogiste la voz de un profeta latente
y luchabas abriendo tu sonrisa a las sombras,
desnudabas al aire de su perfil oscuro
en las habitaciones que cubrió la amargura,
lanzabas al olvido hacia lugares tensos,
no le hacías pasar por tu amor que penaba,
no le abrías la puerta
a ninguna palabra que tuviera su sello,
no dejaste morir, con verdadero orgullo,
grandeza en las entrañas,
al payaso engreído de todas las tabernas.
(17 de octubre de 2016)