Volveré a tocar tu cabello humedecido

[F. Enrique]

Es un terreno empantanado para situarse en un punto intermedio entre lo que fue y lo que pudo haber sido. Nunca amé los pechos ni las caderas de Norma Jean, pero me obsesionó su tristeza. A través de ella quedé seducido por todos los tristes, por todos aquellos que no saben apreciar la alegría de vivir. Aún tengo abierto el libro que espera los poemas que se quedaron sin concluir sobre este asunto, es complicado volver a él, predisponer la sensibilidad hacia algo tan serio, pero intuyo que, en estos pensamientos, estas incomprensiones, hay poesía.

Gracias, Arturo, has sido muy amable con tu comentario.

[F. Enrique]

¿Qué puedo decirte, Ferreiro? Viniendo de un hombre que escribe libremente en dos idiomas, en uno hurga en las vanguardias, en otro le hace más de un guiño a la lírica tradicional, que es amable y considerado, que aún tiene mucho que dar... Pues, gracias, con todo lo que puedo.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Mitsy, tomé como referencia la poesía de la Experiencia estadounidense de los 50 en su vertiente menos culta. Algunos de estos poetas aficionados, me llegaron muy adentro por su introspección en los vericuetos del alma humana.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Las estrellas siguen brillando miles de años después de haber desaparecido. Hay personas que dan mucho más de lo que tienen, nos hacen reír y llorar sin querer.

Muchas gracias, Marisa, un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Óscar, por este comentario tuyo que también me llega íntegro.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Manuel, por esa sensibilidad que siempre me muestras en lo que dices. Lo que ofrezco viene a decir que hay mitos que nos pertenecen a todos, quizás en estos momentos esté descansando; no deja de sorprenderme las escasas ventas de sus interesantísimos Fragmentos. Pero debe despertar de nuevo ya que es posible articular a través de ella y sus relaciones una parte valiosa de la cultura americana de los 50.

Un abrazo.

[Carmen Pla]

Volveré a tocar tu cabello humedecido
como una tarde gris
y volveré
a encender una llama en nombre del recuerdo,
a despertar el sabor de la resaca en tus ojos,
en ese infierno de los escaparates, en el ruido
que ahoga la palabra profunda del poeta
que duerme en la calle con el gesto contrariado
porque las lilas nos devuelven a la vida
una tarde de agosto
y se yerguen
sobre el sueño reseco de Nembutal adoctrinado,
y la respiración de aquellos que te amamos se contiene.

¡Ay, de esa libertad que aprisionó tus alas.
esos labios de rojo carmín,
esos pechos caídos para siempre!

Un encanto de poema y un placer leerte.
Abrazo

[E. R. Aristy]

Volveré a tocar tu cabello humedecido
como una tarde gris
y volveré
a encender una llama en nombre del recuerdo,
a despertar el sabor de la resaca en tus ojos,
en ese infierno de los escaparates, en el ruido
que ahoga la palabra profunda del poeta
que duerme en la calle con el gesto contrariado
porque las lilas nos devuelven a la vida
una tarde de agosto
y se yerguen
sobre el sueño reseco de Nembutal adoctrinado,
y la respiración de aquellos que te amamos se contiene.

¡Ay, de esa libertad que aprisionó tus alas.
esos labios de rojo carmín,
esos pechos caídos para siempre!

Esplendoroso poema, Enrique! Un abrazo,ERA

[F. Enrique]

Es evidente, Julio, que uno nunca llega a ponerse en el lugar de otro, pero no es un esfuerzo inútil intentarlo. Sería fácil que los demás reconocieran a Marilyn en lo que escribo si hubiera acudido a un efectismo acusado y lo hubiera adornado con los tópicos más reconocibles, pero no era mi intención, no lo es cuando abordo los mitos con más o menos fortuna; hay demasiado de todo esto cuando busco en las páginas de la Red, hay demasiada gente que dice Ne me quitte pas cuando hablas de Brel. Los medios de comunicación han contribuido, a su pesar, a que ahoguemos a la persona que sufre detrás de un cartel publicitario. Creo sinceramente que a través de Marilyn podemos comprender toda una época del país que nos guste o no marca el devenir de nuestros días. Es posible que Marilyn no dejara de ser nunca la operaria de una fábrica, la niña abandonada por su padre y que viviera intermitentemente con una madre presa de la locura, es posible que nunca llegara a valorar lo que valía, sin duda más de lo que se piensa, y que nunca encontrara el amor.

Muchas gracias, Julio, estoy seguro de que tienes tanta sensibilidad que comprendes lo que te digo.

Un abrazo.

[F. Enrique]

Gracias, Carmen.

[F. Enrique]

Gracias, Roxane.