Marilyn Monroe, el dolor de estar viva

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F. Enrique
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Marilyn Monroe, el dolor de estar viva

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1

En el Puente Cristo

Después de haber tocado con la mano
la democracia de la nueva frontera,
abre su bolso y no busca el pintalabios
para impregnar sus besos en los escaparates
de los bazares
del Paseo de las Palmeras
donde se exhiben las conchas de los mares del sur
y los gatos se visten de azul cuando el viento
acaricia el norte de la bahía,
sino para dibujar en las paredes
el aullido recitado en las calles
cuando los derechos civiles no habían regresado
con los santos que se fueron de paseo,
para dejar su huella de carmín en las aguas
poco profundas del atracadero de las horas muertas
donde duermen los viejos marineros que no volverán
a cruzar el foso,
donde sueñan los niños desde las barandillas
cuando hacen robona y juegan a las cartas.

Yo sé que Marilyn se siente confundida en este puente,
como esa mirada triste y miope que escruta
las facturas dolorosas que siempre se pagan,
como esa voz sin destino que se ahoga en un vaso de ginebra,
como esas manos temblorosas
que ya no escriben poemas de amor y esperanza
entre las flores que huelen a silencio
cuando se depositan en una lápida sin nombre,
sino anotaciones en las hojas
de la novela que Camus no pudo comenzar mientras ella la leía.

Marilyn Monroe en el Puente Cristo es un poema maldito para mí, para mi pequeña historia, cada vez que lo acometía me acordaba de Peckinpah, era incapaz de tirar a la papelera cualquier cosa que escribía, sin encontrar razones convincentes.
Articulé el poema a partir de lo que me dijo un compañero de francés cuando me habló del miedo que sintió cerca de la Plaza de África el día que murió John Kennedy. El hombre más poderoso de la tierra había sido asesinado de una manera burda pero efectiva. ¿Quién podría sentirse seguro a partir de entonces?

Yo era demasiado pequeño para saber siquiera que John Kennedy había vivido antes de morir. Quise estructurar un larguísimo poema sobre la soledad de un mito partiendo de la leyenda que se contaba entonces en los bazares del Paseo de las Palmeras, se decía que Marilyn Monroe, durante los meses que se veía a solas con el presidente, hizo una visita relámpago a Ceuta para intentar distraer la atención de la prensa sensacionalista y para aprender a cantar melancólicamente “El novio de la muerte” para incluirla en su repertorio.

De aquel proyecto solo han quedado fragmentos, estas dos estrofas eran su final, comprendo que a nadie le importe, pero a mí me impresionó aquella corista enamoradiza e irresponsable que esperaba que quitaran la nieve para coger la camioneta mientras era acosada por un cowboy impresentable que más que inocencia primaria transmitía una misoginia espeluznante y una inteligencia inexistente, servidumbres del guion; James Dean había muerto y, además no era alto ni fornido.
2

Los inadaptados

I could have loved you once
and even said it

But you went away,

When you came back it was too late

And love was a forgotten word.
Remember?
(Marilyn Monroe)

Pude haberte amado alguna vez
e incluso te lo dije
pero te fuiste,
cuando regresaste era demasiado tarde
y el amor una palabra olvidada.
¿Recuerdas?

Marilyn Monroe nunca supo construir un hogar, quizás porque nunca lo tuvo. Sentía fascinación por los puentes como una metáfora de los lazos que unen, o deberían unir, las relaciones humanas. Siempre nos rendimos a aquello que nos falta, la última imagen de ella que nos llega nos la presenta como una poeta callejera que esparce su melancolía por las esquinas sin que nadie le preste oído excepto cuando se levanta del suelo y emergen sus caderas, más cerca de la sentimental sin rumbo de Vidas rebeldes que diseccionan John Huston como poeta impulsivo y Arthur Miller (por entonces su marido) con sus magistrales diálogos arrebatados del conocimiento que tenía de sus temores con una precisión rayana a la crueldad; enamoradiza y frágil porque ama todo lo que respira y no asimila que su galán de turno, un cansado Clark Gable, más atractivo que nunca en la profundidad con que miraba a la muerte, piense que para vivir, a veces, hay que matar, que de esa otra que pierde la cabeza embriagada por las cumbres y el poder porque piensa que es algo más que una conquista pasajera para John Kennedy; es difícil entender su cumpleaños feliz, produce escalofríos de reprobación en su interpretación más prosaica del sueño americano, pero puede propiciar una mirada redentora de nuestra parte saber que de niña nunca fue una princesa y, lo peor, no podía creerlo, era consciente de ello.

(27 de septiembre de 2015)
3

La profunda tristeza de una inadaptada



El rodaje de "Vidas rebeldes" acabaría siendo una tortura para los tres protagonistas, el guionista y el director, aunque es posible que este último, John Huston, disfrutara en el sufrimiento con aquella explosión auténtica de vida que encajaba con su aliento existencial; malgastó en el casino incluso lo que no era suyo[1] mientras fumaba y bebía compulsivamente. No importaba que esa vida se estuviera apagando en los ojos de los protagonistas, porque ese ocaso traspasaba los límites de la ficción para convertirse en un testimonio desolador de la belleza entre el desierto caluroso pero oscuro y el espíritu irrefrenable de la decadencia humana. Probablemente el genial director no volvería a encontrar esa senda en el vientre de la melancolía hasta “Dublineses” cuando ya se estaba muriendo mientras pagaba el tributo a una ruta plagada de excesos que había provocado que muchas veces no pudiera exhibir su inmenso talento. Para él la vida estaba demasiado por encima de la gloria.

El guion de "Vidas rebeldes", película que, desde mi punto de vista, llegará a ser mítica algún día por sus valores cinematográficos intrínsecos no solo por ser una leyenda, iba siendo modificado en la medida que Arthur Miller se convencía de que Marilyn no iba a cambiar nunca aunque fuera distinta, no llegaría a ser como él quiso alguna vez que fuera antes de su pregonado romance con el actor y cantante francés Yves Montand, él no sería una excepción que cercenara su naturaleza enamoradiza y con tendencia a la infidelidad. Marilyn era aquella muchacha de belleza explosiva que había deslumbrado en una parada de autobús, ligera de cascos, sin familia y, lo más peligroso, sentimental. Sus personajes no tenían ataduras emocionales cuando no quedaba amor, a veces incluso cuando no era así, ni sociales, ya que nunca habían tenido una reputación que proteger o un hogar que mantener en pie. Pero acababan vendiéndose por un gesto de comprensión o una caricia con la mirada.

De aquel duelo involuntario de perdedores se deduce, nunca se confirmó, que Marilyn cayó prendida por el atractivo otoñal y la sonrisa entre cínica y tierna de Clark Gable, y ahí se resuelve el extraño y profundo magnetismo que desprenden las escenas que comparten. Es posible, de ser cierto, que ahí radicara la causa principal de la ruptura[2]; la paciencia de Miller tenía unos límites. Pero también se afirma que el matrimonio ya había naufragado; los devaneos y las tendencias depresivas de Marilyn no mejoraban con esta relación que fue celebrada por la prensa, haciéndole poca justicia a Marilyn, como la unión del cerebro y el cuerpo, a esto habría que añadir un aborto que la llevó a un pasaje del agua sin retorno. Se rumorea que el hijo que esperaba no era de Arthur Miller sino de Yves Montand. Pero ni siquiera es seguro que hubiera estado embarazada. Esto es otra historia que la prensa menos rigurosa no ayuda a esclarecer; llega a hablar de que la actriz tuvo en su vida cuatro abortos, todos ellos involuntarios.

Miller desnudó el alma de su mujer y, aparentemente, acabó siendo indiscreto y cruel, tenía motivos sobrados para ambas cosas ya que había sufrido un castigo duro, excesivo incluso para un hombre abierto y liberal como él que pertrechado en su inteligencia sabía beber sin embriagarse los sorbos amargos del drama de la vida. A pesar de todo le acabó sirviendo en el aire el papel que ella siempre había buscado como a una Salomé inconstante, errática y sin ninguna concesión a la prudencia, eso sí cargada de buenas intenciones. Siempre se ha dicho que el pecado más grande de Marilyn era su incapacidad para mentir.

El resultado de “Vidas rebeldes” no acabó de satisfacer a la crítica aunque la considere un documento mítico y único por desvelarnos en primera plana el destino que esperaba a los protagonistas; Clark Gable parecía presagiar su cercano final, con la mirada introspectiva, la respiración profunda y el cansancio en su rostro. Marilyn estaba desquiciada por sus amores perdidos, por el alcohol y el Nembutal, y, para empeorarlo todo, cayó enferma. Montgomery Clift seguía hundido en su tormento y enredado en las drogas que lo arrojaban en el regazo de sus ansias autodestructivas, ya que no podía superar el terrible accidente que lo desfiguró y lo entregó al dolor, a lo que se añadía su sempiterno drama por no asumir su más que probable homosexualidad. La película tampoco contó con la mirada condescendiente del público que no supo apreciar en un primer momento que nunca la tristeza había desprendido, desde el gris, tanto resplandor, nunca había la belleza profanado con tanta sensualidad y telúrica morbidez los templos ruinosos y sombríos de la desesperanza. No fue, sin duda, el último western como dijo Arthur Miller, pero sí la última película para dos mitos y el crepúsculo prematuro y tortuoso para otro.

[1] Huston había recibido dinero adelantado para gastos de la película por parte de la productora y la cantidad que había gastado era superior a sus emolumentos.
[2] Hoy día se tiende a pensar que lo que Marilyn sintió por Clark Gable era algo parecido al complejo de Electra pero, extrañamente, sin implicaciones sexuales en su caso; el mítico actor sería el padre aventurero, soñador y cariñoso que siempre quiso tener. Por otra parte es más que probable que Arthur Miller ya hubiera arrojado la toalla antes de que empezara el rodaje, era demasiado duro afrontar el último idilio, que llegó a ser público, de la actriz con Yves Montand, además conoció a Inge Morath, una fotógrafa que, junto a otros muchos, hacía la cobertura de la película y, ante la evidencia del distanciamiento con Marilyn, intimó con ella. Se casarían poco tiempo después.
4

Hay quien puede creer
que aún cantas entre los muertos
esa canción que me ponía tan triste,
que sueñas en los escalones
del umbral de una casa sin muros ni recuerdos
inserta en un cartel publicitario,
que miras la profundidad de la baraja
donde yace la muerte teñida de imprudencia,
tu juventud atravesada por una pluma sin tintero
cuya esperanza se ha perdido,
tu sonrisa acorralada por un deseo de amor
que no despierta,
las hojas muertas llevadas por el viento,
tu vestido arrugado en la acera naufragando.
5

Marilyn Monroe - Un mito llamado mujer
¡No sé cuántas veces te busqué en el murmullo
del parque por la noche,
cantante callejera en la soledad de la isla,
ni cuántas recité a Ginsberg acariciando
su aullido iconoclasta,
la ternura de tu rostro de ninfa enajenada!
(La niebla)
Desconozco las causas, Mirella, pero en la Televisión Española parecía que se hiciera un seguimiento especial al cine estadounidense de los 50, quizás los más avispados del régimen eran conscientes del retroceso que la industria del cine había experimentado en asuntos como la verdad y la autocrítica, y, en su estrechez de miras, se sentían dichosos y en calma a pesar de la tormenta.

Marilyn estaba allí y el mito llamado mujer. Empezamos, no solo a través de ella, a sentir un culto reverente por lo perdido; el fantasma de James Dean buscando desesperadamente a su madre, la agonía del exilio voluntario de Orson Welles, la valentía fuera de la pantalla de Bogart poniendo en peligro su tranquilidad al manifestarse a favor de sus compañeros investigados o detenidos. La caza de brujas había desatado una histeria colectiva que sacrificaba la libertad en nombre de una seguridad que requería estar alerta para detectar a un enemigo que no existía.

Creo que es bueno que miremos al pasado, en él muchas veces encontramos el origen de nuestras miserias actuales, nuestras ansias de querer reinventarnos sobre clichés de sobras conocidos que se nos ofertan como nuevos por los medios de comunicación y fracasan cuando tienen que enfrentarse a la fragilidad variable de la naturaleza humana.

Pienso que tanto Joe DiMaggio como Arthur Miller amaron realmente a Marilyn, el primero de ellos estuvo enviando flores a su tumba durante años y siempre mostraba un indisimulado orgullo cuando se le recordaba que alguna vez la actriz dijo que ningún hombre la satisfizo tanto en la cama como él. El matrimonio de ambos no duró mucho, se habla de los celos de él que no quería compartir a una mujer que nos pertenecía a todos, incluso a aquellos que no habíamos nacido aún, y de las ansias de libertad de ella como los desencadenantes del divorcio. Como curiosidad puedo añadir que en los últimos meses antes de su muerte Marilyn barajó la posibilidad de volverlo a intentar con DiMaggio.

4

No volverá tu padre para sentarte en sus rodillas
y decirte que eres preciosa y tierna,
que no te dejará nunca,
te sentirás fuera de órbita en el planeta de tu madre.
(Una habitación sin alma)
Más complejo es analizar las causas de su ruptura con Arthur Miller, no siempre dos personas inteligentes se llevan bien y menos cuando una de ellas arrastra experiencias traumáticas y flirtea con el amor y las pastillas. El dramaturgo quizás no fuera el hombre que más amara a Marilyn pero fue sin duda, no hay más que prestar atención al guión de Vidas rebeldes, el que pudo penetrar con más acierto en su difícil carácter quebradizo, en su continuo ir y venir de las sonrisas a las lágrimas, su miedo a la vida, su solidaridad dolorosa con el sufrimiento de los otros, la búsqueda del padre que la abandonó cuando ni siquiera sabía hablar.

Algo que podría estar en el origen de la ruptura de la pareja fue que la actriz se sintiera atraída por Clark Gable con un fascinación que traspasaba cada escena, lo que no escapó de la atención de Miller. Es probable que Marilyn hubiera resistido los requiebros del eterno galán de la sonrisa irónica y la mirada triste de quien empezaba a sentir el frío aliento de la muerte, no así Norma Jeane; una melancólica cantante arrinconada que escribía poemas, que nunca había sido niña y se entregaba por un gesto amable. Quién hubiera pensado que un capitán Butler perdido y derrotado sería el último gran amor de una muchacha sencilla que nunca podría enfundarse el fastuoso vestido de Scarlett O’Hara.
5

Una rubia tonta
Cuando volví a mirarla se había marchado, sé que tendré que morirme con esa tristeza, no era ella quien cantaba, era una rubia estúpida con unas caderas que valían un imperio y que leía en los descansos porque quería estar a la altura de sus amigos. Tuve que volver a escribir en mi diario frases de amor sin ningún sentido y acumular desesperaciones cotidianas para no perderme en la melancolía que había en aquellos ojos miopes, salir a la calle para darme cuenta de que no había traspasado una pantalla de esas que abrían nuestros ojos cuando los cines eran oscuros para hacernos soñar durante un rato sin despertarnos. Entonces Billy Wilder convertía en una obra maestra una historia inverosímil por la que todos estábamos dispuestos a dejarnos engañar. La escena en la que suena "I'm through with love" (algo así como "Paso del amor") es una de las más emotivas de la historia del cine, pero, por favor, no penséis en lo que está ocurriendo porque podéis romper el momento. No era Marilyn quien cantaba, sino una rubia tonta que pasaba por allí, la misma que fue sacada del bosque de Brent como si no fuera ella, un día de agosto, mientras florecían los recuerdos en el jardín.
(20 de noviembre de 2014)

Marilyn Monroe en el Puente Cristo (Fragmento)
¿Recuerdas tú,
niña de las sentencias y los abrazos,
cuando desde las nubes descendía
el glamour de su melena rubia,
y la certeza de que ya nada esperaba
del amor que sonreía,
su corazón se abandonaba
en Florida en un escenario en blanco y negro,
mientras la depresión acechaba en los estanques
y su alma rebelde había entrado en un río sin retorno?

Aún no habías nacido cuando la sacaron del bosque de Brent
como si se hubiera dormido para siempre
sin la redención de un beso robado
y, con los ojos cerrados, rezara una oración
por todos los tristes que vagan por el mundo,
desde entonces las estrellas se apagan un poco antes
y el reloj alarga su sombra para alcanzar sus latidos
en el azul oscuro de la noche
en esa isla tan sola por la que siente miedo.
6

Marilyn Monroe en el Puente Cristo (Fragmento)


¿Recuerdas tú,
niña de las sentencias y los abrazos,
cuando desde las nubes descendía
el glamour de su melena rubia,
y la certeza de que ya nada esperaba
del amor que sonreía,
su corazón se abandonaba
en Florida en un escenario en blanco y negro,
mientras la depresión acechaba en los estanques
y su alma rebelde había entrado en un río sin retorno?

Aún no habías nacido cuando la sacaron del bosque de Brent
como si se hubiera dormido para siempre
sin la redención de un beso robado
y, con los ojos cerrados, rezara una oración
por todos los tristes que vagan por el mundo,
desde entonces las estrellas se apagan un poco antes
y el reloj alarga su sombra para alcanzar sus latidos
en el azul oscuro de la noche
en esa isla tan sola por la que siente miedo.




Francisco Enrique León22 de noviembre de 2014, 13:36

Quizás pueda parecer contradictorio que un tipo como yo sienta esa atracción por una mujer como Marilyn, vi algunas de sus películas siendo niño, cuando no podía verla con otros ojos que los de la ternura porque ya sabía que había muerto. Sentí emoción y escalofríos con Bus Stop y después pasó el tiempo y llegué a olvidarla, fue mi mujer que me pasaba una biografía de ella de una publicación semanal quien volvió a ponerme tras su pista y, más aún que eso, ver la inquietante Niágara y la maravillosa Con faldas y a lo loco. Mi mujer ha abandonado a Marilyn, apenas puede asimilar lo de los Kennedy, y pensar que se echaba en los brazos del primero que se le cruzara, yo todavía veo alguna de sus películas y me llevé una sorpresa muy agradable con sus Fragmentos, ya sé que todo eso se ha publicado porque era de ella, ya sé que no ganaría el Pulitzer, pero es innegable que tenía sensibilidad para la poesía y sus anotaciones son muy interesantes y nos hablan de que detrás de los focos y la ostentación había una persona que se preguntaba por el sentido de la existencia . Siempre he tenido una debilidad manifiesta por los tristes, quizás sea porque soy muy alegre, siempre sonrío aunque no me dé cuenta.

Francisco Enrique León26 de diciembre de 2016, 5:52

Quizás no sepa relacionarme en este medio, Fanny, no me resulte sencillo. Tú has significado una relación muy especial y deduzco que no he sabido seguirte. Esta rubia tonta no ha sabido esbozar su calado, pertenece a otro tiempo, lucha contra los estereotipos con armas que apenas hacen cosquillas a las aspiraciones de la gente que nos cruzamos en estos días. Desde luego que me acuerdo de ti, de tu enorme sensibilidad, de tu bagaje cultural, de tu saber leer entre líneas que te convierte en alguien muy especial en un mundo que apenas distingue las palabras. Las tuyas me llegan y me hacen suspirar por otros tiempos y otros ídolos que serán recuperados mientras queden ansias por interpretar lo que quedaba fuera de los focos, lo que quedaba de un poema aunque rigurosamente no estuviera bien escrito.

Me alegro mucho de contar con tus palabras, has llenado momentos de saber decir, de enfocar con estilo los problemas, acertaras o no, había en tus deducciones una preocupación humana que transmitía una lectura profunda, esto se echa de menos, se trata con más rigor la venta de un periódico en una esquina que la agonía oculta de Marilyn Monroe.
No soy de aquí ni soy de allá.
(Facundo Cabral)
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