
El camino se bifurca,
los pensamientos vuelan,
y un trajín de ventanas,
por donde escupe el río
sombras de la ribera,
vidrio sin huellas,
sin escaparate,
sin gloria ni fracaso,
la luz se refracta,
y se ahoga en la noche,
como un pétalo blanco.
Margaritas, ah, del consuelo,
investidas de furia,
de ira, de los valores contenidos.
Y contengo algo iluso
en cada cromosoma,
ahí no llega el viento, a la genética,
no se puede llevar mis palabras,
se refugia en los puntos cardinales.
El aliento de una mujer,
el primer beso de la mañana, después del rocío,
mi edredón esta seco bajo esta medialuna.
¡Corazón, no malgastes los zapatos!
Desnudo, ¡corazón, aprésate a mí mismo!
Cuando la tormenta empiece,
tocaré el piano de cola, te sentirás a la intemperie.
¡Corazón, no hay desengaños ni fiascos en ti!
Te llevo a mi campamento, para que conozcas el líquido,
el fluir del río, y a mí, siempre hablando,
con la última mariposa de mi estómago.
Y entonces, los precipicios arrojarán todas las flores.