Más allá

[Pablo Sales]

Siempre supe de armaduras hendidas
olvidadas por los años, sin lágrimas ni rosas,
de las hojas muertas en el ultimo bulevar
que pisamos cuando no pudimos conjurar
el ultimo fracaso. Los pasos se hicieron lentos
como lentos fueron desde entonces los silencios,
el peso de la noche interior donde ondeaban
sin aire las banderas derrotadas por los días
que discurrían con prisa entre veloces sirenas
llamando a la muerte y escaparates
que nunca mostraron piedad ni nobleza.
Con velocidad variable la vida me empuja
hacia ninguna parte, hace mucho tiempo
que no hay flores en ningún jarrón. Pero sigo mirando
el horizonte y adivino las estaciones por venir
según las canciones de los pájaros o el rumor
de las cavernas que el viento me hace llegar.

Los arroyos bajaron tañendo arpas
bajo los puentes; llegó entonces la llamada
y con mi sombra a cuestas, acudí dispuesto
a hurtarle tiempo al olvido, ataviado
con los mejores recuerdos, aferrado fieramente
a mi adolescencia y buscando en las miradas
algún signo de los días exaltados.
Dulce primavera en sepia, de respiración suave
como la de un niño satisfecho y rosa,
que sueña y va creciendo en este ocaso
de estrellas indecisas, palabras llovidas
del aire y jardines que inunda la nostalgia.
Todo es música sosegada y hay una tristeza que no oprime,
suave como un copo de nieve que bautiza los cabellos,
bella como un nocturno de Chopin entre ruinas,
apacible como las calas en los camposantos.

Que ha de venir ahora, luego de esta paz firmada
entre pasado y futuro los días equívocos de gala y festejo,
a quién pertenece el poema para todos
que no escribió nadie, cuando han retoñado las ramas
que los mirlos recorren como funambulistas enloquecidos.
En mis ojos aguardan todavía tantos sueños por soñar
que hacen del amanecer una maldición a pesar de las campanas
y el café con leche. La luz enciende las banderas izadas anoche
y ahora puestas a secar; que el viento lleve su mensaje
hasta el límite de las piedras feroces o de cualquier voluntad.
Luego, cuando el sol se rinda a las promesas de la oscuridad,





el ocaso que quiere ser no fin y si principio
ha de incendiar bosques, mares y corazones
cansados de tanto pulso baldío. Aquí ardió
la nave gobernada por un capitán de veinte años
sin más ambición que volver un día a los brazos
que lo despidieron. Una caracola suena a lo lejos:
Neptuno entona aquella canción de cuna,
y alguien me espera todavía.

[Mirta Elena Tessio]

Siempre supe de armaduras hendidas
olvidadas por los años, sin lágrimas ni rosas,
de las hojas muertas en el ultimo bulevar
que pisamos cuando no pudimos conjurar
el ultimo fracaso. Los pasos se hicieron lentos
como lentos fueron desde entonces los silencios,
el peso de la noche interior donde ondeaban
sin aire las banderas derrotadas por los días
que discurrían con prisa entre veloces sirenas
llamando a la muerte y escaparates
que nunca mostraron piedad ni nobleza.
Con velocidad variable la vida me empuja
hacia ninguna parte, hace mucho tiempo
que no hay flores en ningún jarrón. Pero sigo mirando
el horizonte y adivino las estaciones por venir
según las canciones de los pájaros o el rumor
de las cavernas que el viento me hace llegar.

Los arroyos bajaron tañendo arpas
bajo los puentes; llegó entonces la llamada
y con mi sombra a cuestas, acudí dispuesto
a hurtarle tiempo al olvido, ataviado
con los mejores recuerdos, aferrado fieramente
a mi adolescencia y buscando en las miradas
algún signo de los días exaltados.
Dulce primavera en sepia, de respiración suave
como la de un niño satisfecho y rosa,
que sueña y va creciendo en este ocaso
de estrellas indecisas, palabras llovidas
del aire y jardines que inunda la nostalgia.
Todo es música sosegada y hay una tristeza que no oprime,
suave como un copo de nieve que bautiza los cabellos,
bella como un nocturno de Chopin entre ruinas,
apacible como las calas en los camposantos.

Que ha de venir ahora, luego de esta paz firmada
entre pasado y futuro los días equívocos de gala y festejo,
a quién pertenece el poema para todos
que no escribió nadie, cuando han retoñado las ramas
que los mirlos recorren como funambulistas enloquecidos.
En mis ojos aguardan todavía tantos sueños por soñar
que hacen del amanecer una maldición a pesar de las campanas
y el café con leche. La luz enciende las banderas izadas anoche
y ahora puestas a secar; que el viento lleve su mensaje
hasta el límite de las piedras feroces o de cualquier voluntad.
Luego, cuando el sol se rinda a las promesas de la oscuridad,





el ocaso que quiere ser no fin y si principio
ha de incendiar bosques, mares y corazones
cansados de tanto pulso baldío. Aquí ardió
la nave gobernada por un capitán de veinte años
sin más ambición que volver un día a los brazos
que lo despidieron. Una caracola suena a lo lejos:
Neptuno entona aquella canción de cuna,
y alguien me espera todavía.

Hola Pablo,
Vine a visitarte a ver si seguías siendo esa campañana resonante en el lector.
Creo que si, sinceramenente eres esa campana, dificil de tañir, percibo tristeza, melancolía
Pero hay algo dentro de tí, los recuerdos de una adolescencia con ojos, con miradas de futuro,y ese inmortal Nocturno de Chopin.
Y esa sana esperanza que alguien te espera todavía.
Deberías quitarte esa armadura que se quedó en tu alma gurdando recuerdos tristes, y descubrir esa otra piel que te conecta con otra piel y empezar a vivir.
Te dice alguien que lleva todavía una niña solitaria, que un día creyó que la vida no tenía sentido.
Te dejo mi abrazo y un felz domingo.-

[Pablo Sales]

Gracias Mirta. Es una alegría comprobar que el sonido de esta campana puede llegar hasta unos oídos atentos para, siquiera, acompañar la mirada que viaja hacia el lejano interior, que es el hogar de la memoria.

[Ramón Castro Méndez]

Muy buen poema, Pablo, que me ha encantado leer, con hermosas metáforas y muy logradas imágenes.
Te felicito.

Un fuerte abrazo.

[Pablo Sales]

Gracias Ramón. Celebro que estés de acuerdo con esta forma mía de escribir.

[Ulises C.J.]

Hermoso poema amigo.
Describes muy bien como, a veces, soñar es volver. Especialmente si se ha tenido el alma atenta a tantas emociones que nos ha dado la vida.
Hay ahora un momento de sosiego. Y de nuevas esperanzas.
Abrazos.

[Pablo Sales]

Gracias Ulises, amigo. Siempre son gratos tus comentarios

[Pilar Morte]

Hermosas imágenes en un poema sentido y nostálgico. Un placer leerte.
Abrazos

[E. R. Aristy]

Siempre supe de armaduras hendidas
olvidadas por los años, sin lágrimas ni rosas,
de las hojas muertas en el ultimo bulevar
que pisamos cuando no pudimos conjurar
el ultimo fracaso. Los pasos se hicieron lentos
como lentos fueron desde entonces los silencios,
el peso de la noche interior donde ondeaban
sin aire las banderas derrotadas por los días
que discurrían con prisa entre veloces sirenas
llamando a la muerte y escaparates
que nunca mostraron piedad ni nobleza.
Con velocidad variable la vida me empuja
hacia ninguna parte, hace mucho tiempo
que no hay flores en ningún jarrón. Pero sigo mirando
el horizonte y adivino las estaciones por venir
según las canciones de los pájaros o el rumor
de las cavernas que el viento me hace llegar.

Los arroyos bajaron tañendo arpas
bajo los puentes; llegó entonces la llamada
y con mi sombra a cuestas, acudí dispuesto
a hurtarle tiempo al olvido, ataviado
con los mejores recuerdos, aferrado fieramente
a mi adolescencia y buscando en las miradas
algún signo de los días exaltados.
Dulce primavera en sepia, de respiración suave
como la de un niño satisfecho y rosa,
que sueña y va creciendo en este ocaso
de estrellas indecisas, palabras llovidas
del aire y jardines que inunda la nostalgia.
Todo es música sosegada y hay una tristeza que no oprime,
suave como un copo de nieve que bautiza los cabellos,
bella como un nocturno de Chopin entre ruinas,
apacible como las calas en los camposantos.

Que ha de venir ahora, luego de esta paz firmada
entre pasado y futuro los días equívocos de gala y festejo,
a quién pertenece el poema para todos
que no escribió nadie, cuando han retoñado las ramas
que los mirlos recorren como funambulistas enloquecidos.
En mis ojos aguardan todavía tantos sueños por soñar
que hacen del amanecer una maldición a pesar de las campanas
y el café con leche. La luz enciende las banderas izadas anoche
y ahora puestas a secar; que el viento lleve su mensaje
hasta el límite de las piedras feroces o de cualquier voluntad.
Luego, cuando el sol se rinda a las promesas de la oscuridad,





el ocaso que quiere ser no fin y si principio
ha de incendiar bosques, mares y corazones
cansados de tanto pulso baldío. Aquí ardió
la nave gobernada por un capitán de veinte años
sin más ambición que volver un día a los brazos
que lo despidieron. Una caracola suena a lo lejos:
Neptuno entona aquella canción de cuna,
y alguien me espera todavía.

" Que ha de venir ahora, luego de esta paz firmada
entre pasado y futuro los días equívocos de gala y festejo,
a quién pertenece el poema para todos
que no escribió nadie, cuando han retoñado las ramas
que los mirlos recorren como funambulistas enloquecidos.
En mis ojos aguardan todavía tantos sueños por soñar
que hacen del amanecer una maldición a pesar de las campanas
y el café con leche. La luz enciende las banderas izadas anoche
y ahora puestas a secar; que el viento lleve su mensaje
hasta el límite de las piedras feroces o de cualquier voluntad.
Luego, cuando el sol se rinda a las promesas de la oscuridad,





el ocaso que quiere ser no fin y si principio
ha de incendiar bosques, mares y corazones
cansados de tanto pulso baldío. Aquí ardió
la nave gobernada por un capitán de veinte años
sin más ambición que volver un día a los brazos
que lo despidieron. Una caracola suena a lo lejos:
Neptuno entona aquella canción de cuna,
y alguien me espera todavía. "


Hay días asi. Pero en el momento que son canalizados en el arte, van más allá, a la zona franca y toda tasación se va.

Un abrazo , amigo poeta.

[Pablo Sales]

Gracias por tus palabras, Aristy. Efectivamente, es la única manera de exorcizar los malos momentos: hacerlos tuyos, dejar que mueran dentro y después escribirlos.