Canción con violines

[Pablo Sales]

Yo, de morir, prefiero en primavera
y en presencia del amor y la belleza.
En los valles, las esquilas marcan el ritmo
del atardecer y horadan la distancia
llamando a la noche y su séquito de sueños.
En el bosque, el banquete que allana un cazador
de equívoco nombre y los balandros
que navegan bajo el acantilado entre encajes y plata,
se envuelven con el color de un ocaso tan suave
como el beso que espera la princesa dormida
o muerta; los pájaros de voz ya adormecida
anuncian la tregua, el descanso de los sentidos.

Para el recuerdo, asesinos cuchillos del aire,
el paisaje hostil, lejanía de silencio blanco,
la ciudad de ojos cerrados, la tierra sin latido,
el fuego crepitando incansable en el hogar
donde el amor resistió la escarcha; siempre
hay otro invierno esperado a los amantes.
Bajo el cristal del lago, las armaduras
sin sangre brillan a la luz de una luna amarilla
en noches libres del odio y sus consecuencias.
Antes, las hojas murieron en paseos
donde vuelve siempre la alegría, la lluvia mansa
vestida de nostalgia, el miedo ante los espejos,
quién querrá acompañar tanta soledad. Ya se oye
en el fondo de la tierra la alegría de las raíces.

Hay una rama recién estrenada en el jardín
que solo puedo ver los días que creo en el mundo.
El eco de los montes pintados es claro y legible hoy;
Las historias que susurra el viento cuando acerca su boca
a la vela más alta, a los enhiestos chopos de la ribera
o perfuma los cabellos enredados en mis párpados,
tienen de nuevo un final feliz. Ningún cielo amenaza
el mar; la luz nueva amanece como perpetua y fiel amante
que vuelve para que otra vez pueda morir en paz.

[E. R. Aristy]

Yo, de morir, prefiero en primavera
y en presencia del el amor y la belleza.
En los valles, las esquilas marcan el ritmo
del atardecer y horadan la distancia
llamando a la noche y su séquito de sueños.
En el bosque, el banquete que allana un cazador
de equívoco nombre y los balandros
que navegan bajo el acantilado entre encajes y plata,
se envuelven con el color de un ocaso tan suave
como el beso que espera la princesa dormida
o muerta; los pájaros de voz ya adormecida
anuncian la tregua, el descanso de los sentidos.

Para el recuerdo, asesinos cuchillos del aire,
el paisaje hostil, lejanía de silencio blanco,
la ciudad de ojos cerrados, la tierra sin latido,
el fuego crepitando incansable en el hogar
donde el amor resistió la escarcha; siempre
hay otro invierno esperado a los amantes.
Bajo el cristal del lago, las armaduras
sin sangre brillan a la luz de una luna amarilla
en noches libres del odio y sus consecuencias.
Antes, las hojas murieron en paseos
donde vuelve siempre la alegría, la lluvia mansa
vestida de nostalgia, el miedo ante los espejos,
quién querrá acompañar tanta soledad. Ya se oye
en el fondo de la tierra la alegría de las raíces.

Hay una rama recién estrenada en el jardín
que solo puedo ver los días que creo en el mundo.
El eco de los montes pintados es claro y legible hoy;
Las historias que susurra el viento cuando acerca su boca
a la vela más alta, a los enhiestos chopos de la ribera
o perfuma los cabellos enredados en mis párpados,
tienen de nuevo un final feliz. Ningún cielo amenaza
el mar; la luz nueva amanece como perpetua y fiel amante
que vuelve para que otra vez pueda morir en paz.

Me enternece tu bello lirismo, Pablo.

[Pilar Morte]

Hay sensibilidad y belleza en cada verso. Me gustó leerte.
Abrazos

[Pablo Sales]

Muchas gracias. Celero que os gusten estos versos.

[Rafel Calle]

Tan bello como interesante trabajo, amigo Pablo.
Felicidades.
Abrazos.

[Pablo Sales]

Gracias Rafael. Es importante para mi la opinión de poetas de tu talla.