Aquel día...

[Alejandro Costa]

Muy buen poema. Las imágenes me gustaron mucho, como expresas el día a día. Felicidades.
Abrazos

Gracias Pilar.

Siempre tan amable.

Un beso.

[Alejandro Costa]

"Aquella tarde, no daba para mucho.

Corta era su licencia,
como luz que esconde un cauce
de un río en tinieblas.
Era voz en el desierto,
guiño atormentado en la espesura,
era silencio deportado en el trasiego,
la mudez de un libro sin lectura"

Me ha gustado mucho, Alejandro, con momentos en el lenguaje poético de gran brillantez y evocación.

Todo un placer de lectura, querido amigo.

Abrazos y salud.

Genial, amigo.

No sabes cómo valoro tu comentario.

Muchas gracias.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Día, tarde y noche... y nos has convencido a los lectores, Alejandro. Felicitaciones y abrazo.
Salud.

Pues me alegro Julio que así sea.

Gracias, compañero.

Un abrazo.

[Alejandro Costa]

Tan bello como interesante trabajo, amigo Alejandro.
Felicidades.
Abrazos.

Gracias.

Muy amable.

Abrazos.

[Alejandro Costa]

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Era tan diferente, que amanecía dormido,
cansado y con ritmo inmóvil,
con la lluvia entre las manos
y la brisa en un tarro de cuarto y mitad.
Era pálido, por momentos ciego,
era azul y brillante,
gris oscuro,
como la sombra de un indigente.

Aquella tarde, no daba para mucho.

Corta era su licencia,
como luz que esconde un cauce
de un río en tinieblas.
Era voz en el desierto,
guiño atormentado en la espesura,
era silencio deportado en el trasiego,
la mudez de un libro sin lectura.

Aquella noche, se presentaba vestida de harapos.

Taciturna, enferma,
helada por los caprichos de un alma fría,
por el dolor infinito de un corazón amotinado,
por un ayer hartamente semejante
y un mañana sin demasiados cambios.

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Tan solo le faltaba que así fuera.

Magnífico poema narrativo, Alejandro. Todo en él discurre natural y atrapa al lector verso a verso.


Un abrazo.

Muchas gracias, Vicente.

Me alegra volverte a ver y más aún en mis letras.

Un fuerte abrazo.

[Pablo Sales]

Me ha gustado mucho tu poema. Tiene el aroma de las voces de la generación de los ´´ 50, y su mismo brillo. Enhorabuena

[Alejandro Costa]

.

Sentido, serio, con tristeza en los bordes.
Días replicados, dormidos en la orilla de la propia existencia.
Gracias por compartir, amigo.
Abrazo y felicidad a montones.

Muchas gracias.

Siempre es un placer tenerte tan cerca.

Un beso.

[Alejandro Costa]

Me ha gustado mucho tu poema. Tiene el aroma de las voces de la generación de los ´´ 50, y su mismo brillo. Enhorabuena

Muy amables tus palabras.

Pero me queda mucho para al menos tener cierto parecido.

Gracias.

Un abrazo.

[E. R. Aristy]

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Era tan diferente, que amanecía dormido,
cansado y con ritmo inmóvil,
con la lluvia entre las manos
y la brisa en un tarro de cuarto y mitad.
Era pálido, por momentos ciego,
era azul y brillante,
gris oscuro,
como la sombra de un indigente.

Aquella tarde, no daba para mucho.

Corta era su licencia,
como luz que esconde un cauce
de un río en tinieblas.
Era voz en el desierto,
guiño atormentado en la espesura,
era silencio deportado en el trasiego,
la mudez de un libro sin lectura.

Aquella noche, se presentaba vestida de harapos.

Taciturna, enferma,
helada por los caprichos de un alma fría,
por el dolor infinito de un corazón amotinado,
por un ayer hartamente semejante
y un mañana sin demasiados cambios.

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Tan solo le faltaba que así fuera.

Tienes razón, Alejandro, la monotonía es una repitición de las mismas energías; superficialmente las cosas se cambian de lugar, quizás simulen una diferencia, pero si no entran nuevas energías, nada realmente cambia.

[Alejandro Costa]

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Era tan diferente, que amanecía dormido,
cansado y con ritmo inmóvil,
con la lluvia entre las manos
y la brisa en un tarro de cuarto y mitad.
Era pálido, por momentos ciego,
era azul y brillante,
gris oscuro,
como la sombra de un indigente.

Aquella tarde, no daba para mucho.

Corta era su licencia,
como luz que esconde un cauce
de un río en tinieblas.
Era voz en el desierto,
guiño atormentado en la espesura,
era silencio deportado en el trasiego,
la mudez de un libro sin lectura.

Aquella noche, se presentaba vestida de harapos.

Taciturna, enferma,
helada por los caprichos de un alma fría,
por el dolor infinito de un corazón amotinado,
por un ayer hartamente semejante
y un mañana sin demasiados cambios.

Aquel día, era tan igual que parecía diferente.

Tan solo le faltaba que así fuera.

Tienes razón, Alejandro, la monotonía es una repitición de las mismas energías; superficialmente las cosas se cambian de lugar, quizás simulen una diferencia, pero si no entran nuevas energías, nada realmente cambia.

Gracias por estar siempre a mi lado.

Besos.