En un lugar de transparencia cegadora
Corbain vivió la evocación misma
y el recordar de la evocado,
soñó las fantasías del pensamiento
y las montañas a la medida de los hombres.
Corbain murmuraba:
Existe lo que vivo, imagino y pueda soñar.
Creo en los otros,
esos a los que nunca llego y comprendo.
Creo en Rimbaud navegando su barco ebrio.
Creo en las odiseas de Ulises y de Alonso Quijano.
Existen los fantasmas
que habitualmente me visitan.
Existen en mí, íntimamente,
y creo en todos ellos.
Existe lo que vivo,
lo que imagino y pueda yo soñar.
Tengo pendiente una cita, a ser posible profunda, con Juan Rulfo. Recuerdo que una tarde leí dos veces de corrido Pedro Páramo y no me enteré de nada, no importó, es cierto, porque llegué a disfrutar del desasosiego de la melancolía y llegué a pensar que todos éramos unos fantasmas, una ilusión que nunca llega. el sueño de los otros. Juan Rulfo, como Saint-Exupéry, tiró a la papelera mucho más de lo que imprimía. Para ellos el secreto de lo que buscaban estaba en descubrir lo que tenían que eliminar.
Grande, Ferreiro, lo que has hecho, brindo por ti, te lo meres de sobras.
Un abrazo.