Los fantasmas del deseo, Luis Cernuda.
Apenas las miro me invade
algo parecido a la excitación sexual,
ellas son yo.
No puedo supeditar mi deseo
a su supervivencia.
Es algo tan complejo
como simple y pueril.
Un pavor que deja mi madurez
a la altura del betún.
Pero que desvela mi fuerza
si la ponen a prueba.
Tal vez no me vea reflejada en ellas,
sino en las victimas que sucumben
en el laberíntico tejido.
¡Ojalá entraras a saco en esta mañana rutinaria!
Me envuelvo en una atmósfera
que impregna los sitios
más recónditos de mi piel
—bocanadas largas y sensuales—
y espero a que caiga la presa
en el poder de mi telaraña
que disfrazo de melancolía.
Que soy un sueño, amor
tú ya lo sabes
y en esta mañana helada
tengo frío.
La palabra falsa rezuma de vacía
—la vida es una queja que prosigue, tan falsa—
en el final que nació entre tú y yo.