A José Antonio Fernández.
Sería absurdo pensar en la próxima llegada de los dioses, los monstruos se quedaron aquí cuando tuvieron que marcharse de Bizancio y lloran por la deriva emocional de los hombres, quizás fueron ellos los que nos crearon a su imagen y están asustados porque, en nuestra deriva iconoclasta, hemos superado su perversidad.
Pues alrededor nuestro Diotima querida,
días y años estelares eran
un todo íntimo y eterno.
…Hoy, sin embargo, desierta está mi mirada,
pues me quitaron los ojos, perdiéndote, me pierdo.
Vivo para buscarte como la sombra errante,
y desde hace mucho, todo ha perdido sentido.
…Mas por desgracia estoy solo y ya nada me inspira;
éste es mi mal. Un cruel maleficio
hiela y tensa mi cuerpo; y mis proyectos destruye.
Y paso los días inmóvil, estúpidamente,
mudo como un niño demasiado pequeño, todavía sin habla,
salvo el llanto que se me escapa a veces de mis ojos.
…Vacío y mudo el cielo no es ya sino una prisión
que me aplasta la frente con su agobiante peso.
… … …
Ahora he vuelto a encontrarte,
más hermosa que como te había imaginado
en las horas solemnes del amor.
… … …
Bañado por el sueño de la infancia,
sereno como un día despejado,
cuando en el huerto de árboles y sombras
la tibia y dulce tierra era mi lecho
cuando mi corazón se despertaba,
y sentía nacer en lo más hondo
de mi pecho el temblor de lo divino
se hizo música tu alma en torno mío.
…Y en el mundo del sueño tu presencia
devolviendo a mi ser su única dicha
hizo de toda mi alma una armonía.
(Friedrich Hölderlin – traducción: Javier García Sánchez)
… … …
Quizás ya no me sienta cómodo, Rosa, hablando de este poema y si pudiera cambiaría ese pesimismo trascendente que lo inunda por un humor irreverente, pero las cosas son como son y dejan su propia impronta, si tuviera que confesar los motivos más importantes por los que escribo diría probablemente que por sentirme libre y por aguantarme un poco más a mí mismo como ser humano, y tengo que admitir que no mejoro ni en una ni en otra cosa.
Ahora que no frecuento el mundo de la noche te diría que solo echo de menos esos minutos en los que Buster Keaton seguía caminando sin saber por qué con todos los vientos en contra, y a esas personas que nunca me decían lo que sabían qué yo quería escuchar si no lo sentían en ese momento. Pero, al fin, la vanidad nos vence, Rosa, y reconozco que me ha encantado hallar aquí este comentario tuyo ofreciéndome la oportunidad de continuar indagando en mis contradicciones.