tu expresión destilaba la prístina tristeza
mientras días azules se agolpaban y huían.
He tenido que abrir otra vez la compuerta
que me lleva a hollar la huella del deseo,
arrugar el vestido rojo de aquella cita
que murió sin saberlo mientras te iluminaba.
He tenido que abrir marcas en el olvido
para besar de nuevo la sombra de tus labios,
para avivar las flores de arriates perdidos
y sentir que la noche sin tu llama no hierve.
El coral de tus manos ya no lleva tu nombre
y se acerca a mi pecho y no puedo encontrar
la sonrisa de nube que guardaste en la alcoba.
He tenido que abrir una mirada densa
para desenhebrar la luna que arrancabas,
invocarte, pedirte, hablarte, rescatarte,
esperanza de siempre, amor que nunca fuiste.