Pequeño tributo al Quijote y a don Miguel

[Alonso Vicent]

Muy bueno el rescate. Y yo si conocer estos molinos que nos traen otros vientos, furias intestinales.
Me parto de risa.
Un beso.

Vientos y ventosidades; que son las manchegas tierras llanuras por donde el aire corre a sus anchas, je je.
Un gran abrazo, Ana, y agradecido por las sonrisas.

[Alonso Vicent]

Unos perfectos ovillejos, donde los últimos versos de las redondillas recogen todos los pies quebrados sin alterarlos, algo que Cervantes, que fue el creador, solía cambiar a sus necesidades.
Sobre el tema que has escogido y elaborado, me he partido el pecho, ¡muy logrado!
Desde la naturaleza te mando un fuerte abrazo amigo Alonso.

Hola Ricardo. Muchas gracias por venir a estos ovillejos a la Cervantina manera pero sin licencias. Muy dado era su creador a tomárselas, je je.
Un abrazo amigo, en plena campaña de cítricos y con poco tiempo para hacer lo que nos gusta.

[Alonso Vicent]

Muy buenos, estimado Alonso, estos ovillejos y muy simpáticos.

Un abrazo y salud desde el Corumelo.

Muchas gracias Armilo. Aguantando inclemencias andamos... del tiempo, no intestinales, je je.
Un abrazo desde los campos y en domingo de descanso.

[Luis M]

Pues sí, debe ser una putada perder la mano por culpa de los otomanos, o de quien sea, y más en confusas lides . Muy divertidos tus ovillejos, Alonso.
Y pásate algún rato por aquí, que se te echa de menos. Un abrazo grande, amigo.

[Mirta Elena Tessio]

"—Peor es meneallo, amigo Sancho —respondió don Quijote." (capítulo XX)
Cambiando las tornas, aquí va un cuarteto con ovillejo, dada mi locura... y lo que se tercie.

Díjole Don Quijote a su escudero
después de ventearse el intestino
frente a las recias aspas de un molino
que transformó su mente en cruel guerrero.

-¿Quién no echa lo malo afuera?
Cualquiera.
¿Qué hacer con lo que transpira?
Se tira.
¿Qué hueles, qué te da miedo?
¿Un pedo?.
El aire no tiene credo
ni dueño han los olores,
que no te suban calores,
cualquiera se tira un pedo.

...Y se tercia;
aquí va otro ovillejo
en defensa
de quien algo perdió,
y no fue la cabeza.

¿Quién no recuerda Lepanto?
¡Qué espanto!
Por ganar fue menester
perder,
por culpa del otomano,
la mano.
Pero cuenta el escribano
que fue batalla confusa;
no me vale a mí la excusa.
¡Qué espanto perder la mano!

Qué gusto me da encontrate querido amigo Alonso.
También me arrancado una sonrisa.
Tendrías que dedicarle un ovillejo a la pobre de Dulcinea, quien se creía bella y estaba toda picada de viruela, jejej. Un abrazoate amigo, Mirta.-