Gracias, querido amigoUlises C.J. escribió:Algunas de tus hojas caídas han venido hasta aquí, traídas por el viento de tus versos. Ahora el otoño nos pertenece a todos.
Precioso poema amigo.
Un abrazo fuerte
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
Gracias, querido amigoUlises C.J. escribió:Algunas de tus hojas caídas han venido hasta aquí, traídas por el viento de tus versos. Ahora el otoño nos pertenece a todos.
Precioso poema amigo.
Gracias, amigo y maestroRafel Calle escribió:Mi querido amigo y admirado colega Ricardo:
Vamos a penar este verano, mientras llega el periodo que dices en tu hermoso y sentido poema “Un nuevo final -la locura llega en otoño-”. Ay el otoño, probablemente conduce a la hospital-idad de los braseros, a las pavesas que parecen huir, evadirse..., tan breves, tan exiguas que podrían representar la metáfora del tránsito.
Y mientras tanto, qué te parece si renacemos de nuestras cenicientas palabras, con las mismas palabras que han ardido y seguirán ardiendo...
Naceremos el fuego de un rumor encantado en transmutaciones a la edad de la inocencia, timbre y reverbero de las brasas en la insistente madurez de los insistentes fumadores.
Seremos un clamor. Aliento de semilla, la cuna del poema que rompe las distancias, el gen del escritor, historia de aguaceros literarios, lágrimas de camaradería, las manos que recogen océanos de sangre. El celo del reloj que marca las alegorías de las aguas.
Una pena ha de ser la lejanía, sin poder abrazarse a los espejos, a los presagios líricos, al acento maduro, a la nobleza joven, a la bondad empírica de Ricardo Serna, tú, maestro y la elegancia en los foros de poesía.
Mucha salud y mucha suerte, compañero. Ya sabes de mi aprecio.
Ricardo Serna G escribió: Un nuevo final -la locura llega en otoño-
La locura llega en otoño
cuando las hojas del pensamiento
caen en el alma
e indiscretas aglutinan los fantasmas,
toman bajo su amparo
los epitafios de la tristeza.
Brillan las cenizas en su piel
como soldados caídos en el viejo campo
de lágrimas del florero roto
que deja su nombre en pedazos.
Llegan a incendiar los recuerdos,
a pasar revista a los actores principales,
a desnudar la risa en música de rosas,
en territorio del reino de las sombras;
a desordenar la actuación de las noches
en cortejo de huella y tributo.
Y cantan sus desteñidas tinieblas
con florecida majestad en sus islas,
como viento de orillas sin tiempo
y vigilia que llama a la humedad
-de lo absurdo-.
En otoño los signos con premura
insisten en descifrar la caída,
en encontrar el bálsamo,
las palabras,
el sosiego en el suelo
de las horas muertas.