Solo de contrabajo
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
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Solo de contrabajo
con el clavel rojo, dulce mujer desnuda,
dulce amaneramiento.
Te hacías un ovillo y me decías:
Son inefables los elefantes,
las naves espacieles.
El Papa Juan Pablo II es inefable.
Me decías.
Y bebíamos vino y se constelaban
la consola, el altillo y el dulce de higo.
Y nuestras guerras de pompas de baba.
La romería hasta Malasaña.
¿Dejarán nuestros ojos de ser esféricos
cuando nos percatemos
de las dos dimensiones?
¿Seguiremos haciendo aguas mayores
cuando se pese la mierda y el oro?
La realidad nos ignoraba,
olíamos las ortigas.
Nos tocábamos ahí.
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A lo Robert Lowell
Ashbery decía que la comunicación humana es poesía, en cambio la afectación ( el gongorismo, digamos ) era prosa.
De modo que tu poema es lírico, hodierno, necesario.
La enumeración caótica de objetos tales como: elefantes, papas, claveles rojos, el dulce de higo, las ortigas... le da sensación de infinito y a la vez de proximidad física.
Las dos preguntas me parecen agudas, tonales, misteriosamente domésticas, casi místicas.
Un trabajo extraordinario.
Mi saludo y mis felicitaciones.
Rafael Teicher
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re: SOLO DE CONTRABAJO
Se ha hecho.
Rafael
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re: SOLO DE CONTRABAJO
Es difícil hacer un poema así, con materiales tan coloquiales y poniéndole el freno a la promiscuación desaforada de la metáfora o la imagen, ese cáncer hispánico. Es difícil también porque la tradición de este tipo de poema es corta y, a diferencia de la línea central petrarco-rilkeana, es un tipo de poema que hay que actualizar continuamente, porque los elementos tangibles de la realidad cambian mucho, y no hay más que comparar una Páginas Amarillas de hace veinte años con unas de ahora para darse cuenta de ello.
Este es el poema que a mí me gusta. Sabes que cuando el poema es demasiado grueso, cuando se parece a Bukowski o al Rimbaud psicótico, no me va mucho. Me parece un poema desactivado porque hay mil poetas detrás de él. Prefiero a Verlaine o a Carver, que a mi juicio tienen un ojo mucho más fino, y hacen más daño como sin querer. Creo que este poema es ignaciano de la línea canalla, que a mi juicio es mejor que el de la línea dura.
Todo, desde lo anfibio del título, la elección del nombre (Michi Panero, tan usual, hasta vulgar), el ritmo semiconversacional, la colocación de las dos preguntas amenazadoras y el remate final me parecen de mano maestra, pero lo que más me gusta es la alegría de vivir que destilan los versos. Lo de cantar a esta vida que nos ha sido dada de forma gratuita me parece casi una obligación para los poetas, tan dados (yo el primero) a hacernos los jeremías o abandonarnos al tono plañidero. Tú, además, has logrado un poema vitalista sin incurrir en lo azucarado, pues juzgo que toda la felicidad de los protagonistas descansa sobre la realidad nos ignoraba, verso sobre el que se levanta toda la composición. Es decir: éramos felices a-pesar-de, éramos felices en-aquel-momento.
Nos tocábamos ahí. Quiero destacarte este verso-remate, porque no tiene nada que ver con el otro Ignacio-duro, el más descarnado, el que llena sus versos de felaciones, putas y coños depilados. Reconozco que contra el Ignacio-duro de otros poemas tengo muchos prejuicios, porque nunca en mi vida he fumado un cigarro, soy más casto que Borges y no pruebo más droga que la cerveza y la poesía. Pero en este verso me encanta lo que has hecho, porque has hablado de eso sin decir eso y denunciando tu propia manera de decir. Has logrado decir de forma infantil (como en toda la composición) el goce de la vida de un tiempo perdido, en el que la propia juventud te hacía olvidar todos los leviatanes que nos acechan y de los que no nos damos cuenta hasta que nos hacemos mayores. El narrador del poema es un parodiador, y tú tienes unas facultades asombrosas para la parodia.
Ya sé que el poema tiene también una lectura melancólica, nostálgica de un tiempo mejor, pero a mí no me ha llegado mucho esa lectura, porque tu manera de decir me ha empujado a la sonrisa.
El poema te ha quedado bueno, exaltador, cómico y moderno. Uno de los mejores que te he leído, sin duda.
Enhorabuena.
Hasta pronto.
- Víctor Vergara Valencia
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Re: SOLO DE CONTRABAJO
Ignacio García escribió:Todos los muchachos queríamos ser como Michi Panero,
con el clavel rojo, dulce mujer desnuda,
dulce amaneramiento.
Te hacías un ovillo y me decías:
Son inefables los elefantes,
las naves espacieles.
El Papa Juan Pablo II es inefable.
Me decías.
Y bebíamos vino y se constelaban
la consola, el altillo y el dulce de higo.
Y nuestras guerras de pompas de baba.
La romería hasta Malasaña.
¿Dejarán nuestros ojos de ser esféricos
cuando nos percatemos
de las dos dimensiones?
¿Seguiremos haciendo aguas mayores
cuando se pese la mierda y el oro?
La realidad nos ignoraba,
olíamos las ortigas.
Nos tocábamos ahí.
A mí también me gustaría felicitar la poesía de Ignacio en general, y ésta en particular, aunque de manera bastante más modesta, pues mi capacidad de análisis no llega a la de Batania, o Teicher, o Rafel. Y advirtiéndo que siempre es desde mi punto de vísta exclusivamente.
La poesía de Ignacio contiene varios ingredientes que en este momento me interesan mucho.
Es una poesía que rebosa naturalidad, frescura y libertad de movimientos. Y estas cualidades son muy importantes para transmitir y convencer al lector. Si un vendedor de una tienda de elctrodomésticos suda, tartamudea, delata su esfuerzo y quiere convencer con las mismas frases que el cliente ya conoce desde hace décadas, mal asunto.
Con naturalidad, Ignacio hace uso de palabras o giros de la calle, sin descuidar unos pequeños toques líricos y suficientes, de gran altura. Estos son los que hacen de contrapeso suficiente para que el poema no se vulgarice.
Sin darnos cuenta, muchas veces nos alejamos tanto de la calle, nos montamos en un lenguaje etéreo y extraterráqueo, que perdemos la oprtunidad de comunicarnos con lectores que no sean especialístas. Sólamente un par de palabras, un giro de la calle, pueden servir de puente fantástico. De "gancho".
Por otra parte, al contrario de lo que se piensa, la poesía de esta manera no se devalúa, si no que se enriquece muchísimo, al no quedar circunscrita a un sector determinado muy concreto.
Yo nunca he sido adicto a la poesía maldita. Pero serlo o no serlo creo que carece de importancia. Depende de las filosofías própias de cada uno. Y además, es un punto de vísta más que enriquece el prísma del arte. Hay veces que como Batania, pienso que no estoy preparado para la mirada tan directa que Ignacio hace sobre aspectos de la realidad (¡ojo!, no sobre la realidad). O quizá, me guste más potenciar otros aspectos más esperanzadores.
Lo que sí me gusta mucho de la poesía de Ignacio es un cierto aire de escepticísmo, de duda, y una huída de la afectación. Cada día me gusta menos explicitar mis sentimientos y tendencias en el interior del poema. E Ignacio sabe decir de una manera casi aséptica.
Pasando a comentar este poema en concreto, he encontrado varios detalles que me han gustado bastante:
Inicialmente, al título no se le encuentra conexión con el poema. Y es el último verso el que hace una conexión sutilísima y de gran elegancia.
Me gusta mucho trabajar el aspecto psicológico de los sonídos y hacer que la cercanía y semejanza entre ellos sirva de apoyo y refuerzo en algunos momentos. Y esto lo he encontrado en dos pares de versos. Que con toda probabilidad lo habrá hecho de manera inconsciente como todo poeta intuitivo y de sangre.
Uno con la consonante -F- en "son inefables los elefantes. El Papa Juan Pablo II es inefable"
Y otro con la consonente -L- en "se constelaban la consola, el altillo y el dulce de higo" Este apoyo reiterativo de la -L-, hace que la frase se pegue al paladar, la provee de delicadeza. Y la imagen de constelar tres objetos tan vulgares queda maravillosa. El verbo "constelar" le transfiere, le regala cualidades de auténtica belleza, e incluso casi celeste, a los tres objetos vulgares.
Otro aspecto es la utilización de conceptos, imágenes sueltas, aparentemente desconectadas del contexto: "La romería de Malasaña". Ignacio invita al lector a que lúdicamente la conecte él mismo, y así el placer de la lectura se aumenta.
Preciosa es la inversión que hace en "La realidad nos ignoraba" , en vez de "Ignorábamos la realidad". Es ahí donde el lenguaje hace que un concepto recobre una fuerza y potencia comunicativa que se había perdido con es uso o el abuso.
Y el siguiente verso "olíamos las ortigas" , es tan exquisito e inteligente, que parece increíble que con tan sólo tres palabras se pueda comunicar con tal credibilidad el concepto de "suficiéncia" durante una época determinada de la vida, de nuestra vida.
En definitiva, pienso que es una poesía sumamente elegante, de nuestros días, y de gran lucidéz.
Como Batania, yo también le veo toques de maestría.
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re: SOLO DE CONTRABAJO
Re: SOLO DE CONTRABAJO
- Rafel Calle
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