Horas que se encuentran, que se suceden.
Va de un lado a otro entre dolor y alivio.
—Sin interrupción, siempre—
Me sumerjo en una nube de añoranza
y huida entremezcladas;
una nube que cubre mi dolor,
como un velo azotado por el viento.
La risa del viento se acurruca en la garganta.
La tarde está gastada y vieja
pero huele a niña triste
y a recuerdo verde en camino lento.
Sobre la mesa de pino un libro
—palo de rosa—
detiene poemillas y canciones.
El abuelo recorta muñecas de papel
con trenzas negras
y le limpia los mocos a la luna.
El humo sabe a barro y a garbanzos.
El silencio se ha dormido
y a través de la ventana
el reloj repasa los años de la higuera.
Tu ausencia en cada paisaje.
Te ofrezco el sol de mis zapatos
la sed de la galera
las sombras del camino,
todo lo que aún dormita en mi memoria.
¡Así te quiero!
Hasta que los huesos se me rompan.
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