
para vituperar al endiablado,
así como rezar es un pecado
para la penitencia que te ciega.
Sin ilusión, perderse no se niega,
así como confiesa el condenado,
la última voluntad nunca ha acabado,
y por turnos el dadivoso entrega.
Porque el prójimo sabe lo que todos,
los conceptos de base, clandestinos,
y el manual nos acecha, hinca los codos.
Hay formas de conducta y desatinos,
de marginar a los sabelotodos,
vive el hombre de a pie, buscando sinos.