
Las riendas del pecado que nos ha dado origen,
un final predecible, que se traslada,
un rumor incipiente que lo vuelve tangible
-Yo te toco en mis sueños, solo para escucharte.-,
la frase taciturna en la que se resume,
el verbo, la palabra,
que conquisto clavado entre mis huesos.
Soy, por ello, la carne que se quema a la mínima parcela u orificio.
Te albergo, en las imágenes que emanan de mis ojos,
pero no pertenezco al papel, contorsionista.
Miramos ese rastro que ha dejado la lluvia,
nos quedamos sin cuello,
mientras en nuestra mente despierta otro latido,
genuino, diferente, extravagante.
Se ha retorcido el tiempo
-Cuando esto sucede sopla el viento-,
y hemos perdido todo, incluidos el pulso y el destino.
P.D: "Nunca" era tu respuesta tipo test.