
Estaba claro.
El declive de la intelectualidad está al orden del día.
¿Me preguntan por qué?
¿Es ésa una pregunta trampa, o en serio creen que no sé la respuesta?
La idea tan mal vista de pensar diferente ha sido y será perseguida por los siglos de los siglos.
Eso sí es algo matemático.
El otro día me asusté leyendo las egocéntricas citas de Nietschtze.
Con qué cosa más barata se pretende romper con Dios, dios, o simplemente con uno mismo.
Pero chico, ¡no centres todas tus fuerzas en algo que no te va a dar ni un soplido en una oreja!
Luego, la demencia, en ese caso en concreto, no parecía estar tan mal vista.
Bah, total, dije, a la mierda, a mí qué más me da cómo me vean.
Entonces empezó a germinar en mí una nueva idea.
Una idea hasta ahora nunca recorrida, ni siquiera imaginada, ni siquiera nacida de las neuronas.
Digo yo, ¿para qué sirve una idea?
Analicemos la jugada:
"Alguien idea algo, y los demás lo llaman invención."
Aquí tenemos una de las múltiples formas de tergiversar a través de la palabra.
Y en concreto, nivel amateur de los pensadores.
Ahí pues, he respondido a la pregunta crucial.
No es cierto que la gente no crea en casi nada, sino que lo contrario es acudir, echando espuma por la boca, a la autorrefencialidad.
Esto no debe confundirse con el ego.
Cuando hablamos de ego, hay que considerarlo como una moda.
La verdad salta a los ojos.
No hablo de mis textos.
A mí personalmente, el ego no me aporta nada.
La autorrefencialidad, en este contexto, me la paso por el forro.
Como ustedes comprenderán, me persiguen Dios y mis ideas, no un puñado de reticencias.