Armilo Brotón escribió:Desde el Corumelo.
¿Recuerdas Ana cuando
gritábamos la palabra ABISMO y nos echábamos a reír,
la palabra NADA y nos sentábamos sobre los charcos,
para que nadaran las rodillas?
Inventábamos significados
de algo incomprensible a nuestra mente infantil.
Como ahora, entre bambolinas,
procuramos no hacernos viejos otra vez.
Lo que nuestros mayores con tanta gravedad declamaban,
eso, que les impedía caminar EN SU RETÓRICA DE AUSENCIAS,
eran en nuestros bolsillos piedrecillas,
ramas y trozos de cristal ahumado;
tesoros que Stevenson trazó en su
“Aviso para navegantes”.
A veces las palabras se repiten tanto
que se tornan de cuello y nos asfixian;
cabos de una cornamusa maloliente,
odres
a los que debemos buscar contenido nuevo.
Y saltamos la rayuela entre canciones,
grafitis y poemas de desahogo;
cuando nuestra boca sabe a lumbre
para quemar lo viejo
y sentir el asombro
de una irrealidad que nos conmueve.
Hno Renato Vega
Has escrito un poema sobre la más pura nostalgia: la memoria tierna de la niñez, con la importante diferencia de que no se trata de una exhumación romántica de los recuerdos para llorar lo perdido, sino una reflexión sobre la existencia, a partir de ciertas verdades de la niñez que quedaron adheridas en nuestro ser, y de las cuales se logran sacar conclusiones que nos reubican en aquellas vivencias tan auténticas, además de renovar la edad biológica con la autoestima de la confesión honesta y sincera. Es como si la voz poética y Ana siguieran saltando la rayuela y charlando entre risas, con esa mágica atracción que a veces se da entre dos niños. Así pues, no se trata de una simple evocación de los recuerdos; más bien, es como si el poeta retornara él a revivir aquellos tiempos, a repetir la experiencia y la emoción de la niñez. Indudablemente, se trata de un hermoso tema, de una argumentación compleja pero no intrincada, de un tronco argumental coherente y universal (Pepa lo ha dicho con contundencia: “Sí, lo recuerdo”). Es un poema que me parece suficientemente meditado (o madurado en la memoria) como para trasmitirnos la emoción de encontrarnos con una obra para mucho tiempo (hasta que el sentimiento desaparezca del espíritu del hombre). Es de esos poemas que se quedan girando en la mente del lector (al menos en la mía), y provoca un cambio para bien en nuestras vidas (por más pequeño o imperceptible que sea). Finalmente, es un poema que me ha gustado mucho; tanto, que me gustaría leer más trabajos tuyos con este registro (el de poetizar filosóficamente sobre las vivencias de la niñez: ahí donde se encuentran las poderosas verdades de la vida).
En cuanto a la forma, creo que nos encontramos ante un claro ejemplo de versos multimétricos, pues las pausas versales son propias de la poesía clásica, a excepción de estos versos:
tesoros que Stevenson trazó en su
“Aviso para navegantes”.
Disposición que no estoy cuestionando; aunque, si el poema fuera mío, lo escribiría así:
tesoros que Stevenson trazó
en su “Aviso para navegantes”.
Detalle insignificante, por cierto.
El detalle que sí me parece llamativo es el del rayado medio de dos palabras y una frase. Me puse a meditar sobre su significado; y, si bien se me han ocurrido algunas ideas sobre el mismo, lo cierto es que no pude descifrar su simbología para este problema. Para serte sincero, es la primera vez que veo este recurso en un poema. No quise aceptar que haya sido una tachadura; pues, si la intención era anular, lo hubieras simplemente borrado. No sé si pudiera tratarse de un propósito de cambiar el sentido principal del significado, para que el lector se rebuscase entre otros sinónimos.
Otro detalle que despertó mi curiosidad fue encontrar unas “islas de asonancias”, que solo aparecen en los poemas no revisados con suficiente pulcritud auditiva. Con toda evidencia se han creado dos campos cacofónicos que atentan contra la agradable entonación. El problema se presenta con doble asonancia en la primera estrofa; luego, en la segunda se reduce a un tipo de asonancia; y, en las demás estrofas, el problema, prácticamente, desaparece. Quiero recordar que “el juego de las asonancias” es, por otro lado, un recurso del cual muchos poetas han echado mano; pero, en este poema, tengo mis dudas de que haya sido empleado de adrede.
¿Recuerdas
Ana cuando
gritábamos la
palabra ABISMO y nos
echábamos a reír,
la
palabra NADA y nos
sentábamos sobre los
charcos,
para que
nadaran las rodillas?
Inventábamos significados
de
algo incomprensible a nuestra mente infantil.
Como ahora, entre bambolinas,
procuramos no hacernos viejos otra vez.
Lo que nuestros mayores con tanta gravedad declamaban,
eso, que les impedía caminar EN SU RETÓRICA DE AUSENCIAS,
eran en nuestros bolsillos piedrecillas,
ramas y trozos de cristal
ahumado;
tesoros que Stevenson trazó en su
“Aviso para navegantes”.
A veces las palabras se repiten tanto
que se tornan de cuello y nos asfixian;
cabos de una cornamusa maloliente,
odres
a los que debemos buscar contenido nuevo.
Y saltamos la rayuela entre canciones,
grafitis y poemas de desahogo;
cuando nuestra boca sabe a lumbre
para quemar lo viejo
y sentir el asombro
de una irrealidad que nos conmueve.
Últimos detalles: -creo que el título pueda estar creando una confusión innecesaria.
-El vocablo "bambolinas", ¿se refiere a bambalinas?
Un abrazo, amigo.
Óscar