Décimoquinta estación: Jesús resucita de entre los muertos
por el jugoso fuego que lo inflama
(Miguel Hernández, El rayo que no cesa)
de tus catorce pruebas y pasiones;
voraces tempestades, salvaciones
del infausto destino del bocado.
Reposa, Apolo nuevo, laureado
por tus amigos en tus estaciones;
te cantamos elogios y traiciones
del humano existir plenificado.
¡Mas no duermas! Que al fin te espera ansiada,
como al tracio pastor de acorde lira,
tu primordial Eurídice en la umbría.
¡Tiéndele allí tu mano y tu mirada,
que la virtud del Hades se retira
en una apoteosis de alegría!