tripulábamos barcos
y encendía con besos
el mar de tus labios.
(Quique González)
Entonces escuché una recopilación de los Secretos porque uno de mis hermanos la había puesto a mi alcance y conocí joyas como "Pero a tu lado" o "La calle del olvido".
Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...
Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
(Luis García Montero)
Cada vez que voy a Madrid suelo ir al Galileo y aún espero encontrarme con la sombra de Enrique. Ese muchacho taciturno que supo extraer todo el lirismo que tiene la tristeza. No comprenderé nunca que Enrique y yo estuviéramos tan separados. Comprendo que las cosas no van del todo bien cuando uno busca con desesperación un camino que no existe, o que no se construyó para él, hace que las cosas siempre lleguen demasiado tarde y solo queda adornar lo mejor posible el lamento. Enrique siempre fue un muchacho triste, yo me he empeñado en llevar la tristeza hacia dentro, probablemente convertía en una chanza lo que él en una canción profunda, puede que sea porque yo viva en un lugar donde todo el mundo se engaña y el sol siempre nos ciega. Él vivió en el Madrid alegre y despreocupado de una quietud movida que no engañaba a nadie. Este mundo que hemos creado con el bienestar material no está hecho para los profundos y el prefirió dejarlo antes que dejar de serlo.
Nunca me atrajo el fulgor de los triunfadores, aun así he de reconocer que Luis García Montero mereció con creces ser reconocido como el faro de los poetas españoles en los 90.