Duodécima estación: Jesús en la cruz, su madre y el discípulo amado
en ti recobra tiernos sus abriles
(William Shakespeare, Soneto III)
verga y confín de duelo y de esperanza,
hombre y mujer en fuego de templanza
con verde abril y femenino hielo.
Angustia vertical, tendido anhelo;
mala estrella, siniestra adivinanza;
silencio sepulcral en lontananza
y grito ahogado en el profundo suelo.
Espejo de tu madre y de tu amigo:
nuevos frutos dará la primavera
por la virtud febril de tus humores.
Y otro desnudo tomará el testigo.
Y otro labriego, tras la triple espera,
vendimiará el licor de tus sudores.