
De dónde ha salido este debate melodramático.
Centro mis esfuerzos en apuñalar tus pañuelos,
en asesinar genuflexiones,
en derrumbar pedazos,
acostumbrarme a las personas que no saben lo que significa mi poesía -y lo que es aún peor, interpretar mis palabras, investigar su trazo, su rastro, su actitud, hasta llegar a comisarías para rótulas-.
Arrastrado, hastiado, cansado de ahorrar tiempo para el inmaterialismo, y con el parqué lamiéndome los sesos,
hasta llegar al banco de mi mejor beso,
con el estómago aún virgen,
me pregunto, una vez más:
¿Qué tan difícil resulta compartir cama con mi edredón para hacer mimo?
-Mientras, los gritos se comen mi desayuno-.