
"Mis congéneres, estimados, apreciados, y demás, son lo que yo soy.
Lo que ocurre cuando uno de mis poemas entra en escena, es justo lo que no soy."
Mi relación -¿relación?- con las mujeres no existe.
En realidad, ninguna de mis relaciones existe.
Solo tengo este puñado de letras, y algún que otro reconocimiento de mis lectores.
Para mi desgracia, no tengo desgracia.
He escrito textos al filo, al límite, acondicionados para autoconvencerme de quitarme de en medio.
Otros, son, cómo decirlo, interpretaciones de mis pensamientos -no me considero psicoanalista. Lo único que considero es lo que es real-.
No es que mis escritos sean difíciles de abordar, es que he acumulado filosofía suficiente para pensar al revés de muchos, todos, algunos, pocos, uno, dos, o tres.
Yo lo noto cada vez que escribo, pero, la cuestión es: ¿Quién está dispuesto a apostarlo todo por mí?
No quiero pecar de necesitado -el mayor pecado del hombre-, pero sé que quién lo haga se llevará todo de mí.
No necesito respuestas, ni preguntas, ni siquiera certezas.
Algunos dicen que las palabras se las lleva el viento.
Yo les animo a que prueben la escritura autodestructiva.
Verán cómo eso sí que no se lo lleva el viento.