
Puede que nadie realmente me conozca.
Sin embargo, hablando de mí, conmigo, yo, las cosas cambian.
Para ello sirve la vida, ¿no?
y otras veces no puedo, o es mentira,
cuando tan solo lo insinúo,
cuando intento creérmelo,
cuando el orgullo impide que lo diga.
Es entonces que pienso que el amor
y atragantarse con una aceituna
son dos cosas distintas y a la par.
Escribo mis poemas, solo míos,
¿a quién iba a embaucar mi examen de conciencia?
Pienso en mis relaciones, y sin pena ni gloria.
¿De quién coño es la culpa de mis coños perdidos -o vencidos-?
Puedo cargar con pesos que ni en sueños alcanzan.
La manipulación es otro de mis hábitos.
A qué engañarse.
Yo me busco la vida.
Lo máximo que he podido tergiversar.