
la transparencia,
se deslucen las hadas y carrozas del sueño ceniciento,
del cuento ceniciento.
Hay caladas de humo -también- que reflejan veneno en los halógenos,
allí donde el paisaje llora burbujeante -paisaje de los surcos de las lluvias oblicuas-,
se eleva unificado el tiempo y la tragedia, cuando tu cuerpo -solo cuando-.
No reacias, las huellas sin espacios, no boyantes, no reactivas,
del camino sin rumbo, trazado a vista alzada,
por mirarte, mujer, hemos coincidido en un punto de luz, en un foco de versos,
donde sin frenesí ni alevosía, ni inocencia, ni duende,
me cuelgo una vez más del sol acrisolado de tu deje,
y el timbre de tu voz suena, en mis ojos con lengua.
Por besarte, mujer, solo eso, por besarte,
no contemplé tus labios, para no recordarlos.