Sobre las calles húmedas de la ciudad desierta,
con dos, tres o cuatro copas demás,
casi ciego,
Las pupilas dilatadas por el alcohol
apenas podían distinguir
el movimiento de las escasas luces
de los vehículos que circulaban a tan altas
horas de la noche
Iba envuelto en sus propios pensamientos
Y el estridente sonido
Que producían sus zapatos como dos espejos,
Al que le habían crecido herraduras
Delante y detrás, y articulando
Palabras que ni él mismo entendía.
Al sur de su derrota, le llovía
La sal y el bióxido de carbono
Del carburante de desvencijados cargueros
Que levaban anclas `para izarse a la mar;
Le hubiera gustado enrolarse en uno de ellos,
Todo olía a salitre y a brisa marina;
Las golondrinas habían dejado de funcionar
Y El mundo parecía haberse sumergido
Un un silencio impresionate...
Vaciló durante unos minutos...
Y de pronto, aparecio ante su vista
Borrosa, algo parecido a una fragata americana,
En cuya cubierta, se estaba proyectando
Una película en cinemascope, protagonizada
Por Roc Hudson.
Esto le hizo tomar conciencia de donde estaba,
Tan lejos de su actual alojamiento, y le tocó emprender
La retirada.
Le habían crecido alas en sus zapatos herrados y, con ellos
Emprendió una larga caminata en dirección norte,
Dejando atrás la Capitanía y el Gobierno Civil,
Por un laberinto de viejas, estrechas y obscuras callejuelas;
Pasando al otro lado del casco antiguo,
Donde parecía haber movimiento de otras personas,
Hasta que descubrió una vieja taberna,
Con un letrero herrumbroso, que ponía:
Vinatería la Moderna, y se dijo: esta es la mía.
De modo que entró en ella,
En donde había un trajineo impresionante
De gente bohemia, alcohólicos y juergusitas profesionales,
Que parecían colocados en una tranquilidad pasmosa,
Mujeres raras y mundanas, como salidas de una novela, con sandalias, bolso de palmas
y largos vestidos arramascados, con el cigarrillo entre los labios.
De pronto se vio sentado en una mesa, bebiendo vino
Con dos alcohílicos; Uno de ellos parecía
Completamente trastornado, el cual le dedicaba
Palabrotas a la dependienta de la barra,
Y posiblemente, la dueña del establecimiento,
La cual se quejaba del injusto comportamiento del cliente camali,
Probablemente muy conocido por sus impresionantes borracheras;
El otro era más tranquilo; un mendigo
Razonable, que contaba unos chistes muy inteligentes,
Y no parecía Mala persona en definitiva, y estuvieron tomando vinos hasta el amanecer
Cuando ya despertaba la ciudad, entre el chorro
de las mangueras de los servicios de limpieza, y la apertura los primeros bares.
Y como ya se iba aproximando la hora de entrar al trabajo, pidió en uno de ellos
Un bocata de cantimpalo, Pa am tumaca, regresó a la pensión de turno, descabezó
un sueñecillo de un par de horas y visto y no visto, se vió en su puesto
de trabajo con su bata blanca, bolígrafo y tabla en ristre en sus labores
de dependiente farmacético
Al día siguiente ya no recordaba nada. ¿Ensueño o realidad....
Lector poeta: Si has llegado hasta aquí
Necesito tu opinión más sincera,
Es uno de mis paisajes o pasajes para la novela
que tengo en ciernes, es un de los capítulos que me gustaría
incluir.
Gracias por tu respuestas y un abrazo
Autoría: Rafael Zambrano Vargas