Una tarde cualquiera

[Rafel Calle]

Hermoso trabajo, amiga Celia.
Abrazos.

[C.P. Fernández]

Ignacio, Pilar, Guillermo, Carmen, Óscar, Silvia.

Muchas gracias. Abrazos.

[J. J. Martínez Ferreiro]

Precioso, ese nostálgico homenaje, amiga Rosa.

Todo un placer de lectura.

Un bico.

[C.P. Fernández]

Muchas gracias Rafel. Muchas gracias, Ferreiro.

Abrazos.

[xaime oroza carballo]

Después de recorrer sin descanso tus calles
- él con su paso inmenso, yo corriendo a su lado -
al doblar una esquina, en medio de una plaza
o en mágico claro de algún parque
brotaban de repente.
Parece que estuvieran esperando mi sed.

No sé cuántas escondes todavía.
Algunas que recuerdo
ya no existen.
Tampoco existen ya las manos de mi padre,
ese cuenco perfecto
donde beber el agua generosa
que ofrecía cualquiera de tus fuentes
una tarde cualquiera de un lejano Madrid.

Parece la imagen de un bosque encantado escondida en el cuenco de las manos de tu padre. Todo un milagro esplendoroso de canto brota de tu obra. Gracias.
Un abrazo

[C.P. Fernández]

Muchas gracias, Xaime.

Un abrazo.

[Julio Gonzalez Alonso]

Después de recorrer sin descanso tus calles
- él con su paso inmenso, yo corriendo a su lado -
al doblar una esquina, en medio de una plaza
o en mágico claro de algún parque
brotaban de repente.
Parece que estuvieran esperando mi sed.

No sé cuántas escondes todavía.
Algunas que recuerdo
ya no existen.
Tampoco existen ya las manos de mi padre,
ese cuenco perfecto
donde beber el agua generosa
que ofrecía cualquiera de tus fuentes
una tarde cualquiera de un lejano Madrid.

Me parece hermosa esta vida y estos recuerdos en el paisaje urbano con sus fuentes como metáfora de un amor entregado con generosidad. Un abrazo.
Salud.

[C.P. Fernández]

Muchas gracias, Julio.

Un abrazo.

[Lunamar Solano]

Preciosa y sensible nostalgia que conmueve querida amiga...
Un gusto leerte...te abrazo con todo mi cariño...
Nancy

[Alonso Vicent]

Después de recorrer sin descanso tus calles
- él con su paso inmenso, yo corriendo a su lado -
al doblar una esquina, en medio de una plaza
o en mágico claro de algún parque
brotaban de repente.
Parece que estuvieran esperando mi sed.

No sé cuántas escondes todavía.
Algunas que recuerdo
ya no existen.
Tampoco existen ya las manos de mi padre,
ese cuenco perfecto
donde beber el agua generosa
que ofrecía cualquiera de tus fuentes
una tarde cualquiera de un lejano Madrid.

En los pueblos es diferente. A veinticinco pasos tengo la de la plaza (fuente digo). Pero se fueron, con su paso, los que nos acompañaban y los paisajes ya no son lo mismo.
Encantado de leerte esta melancolía tan sumamente poética.
Un abrazo Celia.

[C.P. Fernández]

Muchas gracias, Lunamar. Muchas gracias, Alonso.

Abrazos.