
En la mañana viva,
con la luz abriendo el vientre de las aguas,
la paz se hierve entre latidos del paisaje
y en la tímida mudez de una mirada abierta.
Siempre brota una chispa transparente
nacida de la punta de los dedos
irrumpiendo entre gotas de silencio.
Es la caricia inquieta
sabedora de encuentros y de fugas,
próvida a disolver los motivos sumergidos
de cualquier alejamiento.
La caricia,aurora boreal,
se levanta más allá de donde el llanto clava sus espinas,
y se desliza por todos los rincones de la piel
para bordar los vestidos de los sueños.
El inexorable paso del tiempo
verá días poblados de zafiros y laureles
y noches como embudos cuando la soledad se asienta,
mas elevada sobre el dintel de la ternura
siempre habrá una caricia,pudorosamente azul,
dispuesta a iluminar los torcidos reflejos de las sombras.
*Andros.