Las ruinas.
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- María R. Alfano
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Las ruinas.
—No vaya a las ruinas del faro, “algo” maléfico habita allí…
En aquel momento un gesto irónico se había dibujado en su cara.
—Llevó mi navaja —había respondido.
Y ahora entre las primeras sombras, aquel consejo tomaba otro significado. El paisaje impresionaba. En las paredes de ladrillos oscuros un musgo negro crecía formando figuras que parecían moverse bajo una cortina de lianas que daba a la imagen, fases de terror.
—No intente entrar —fue el consejo de la mujer— es peligroso.
Desoyó sus palabras. Entró. Era difícil caminar entre la hiedra. Cuanto más las arrancaba, otras se aferraban a sus piernas, lo retenían. Desesperó tratando de escapar. Intentó gritar y la voz se le ahogó en un gemido sin fuerza, recordó la navaja, con ella se abrió paso, logró llegar a la salida.
Pero no duró mucho su tranquilidad.
Un aleteo cercano le advirtió otro peligro: un cuervo. Con el pico abierto, se lanzó sobre él, tratando de atacar su cabeza. En el cielo comenzaron a bramar los primeros truenos.
A su costado apareció un anciano, vestido con un gabán negro y un gorro calado hasta las orejas, levantó su bastón y amenazó al pajarraco, gruño imitando su grito. El ave al verlo comenzó a volar en círculos, luego se alejó.
—Estás no son zonas para que un tonto ande husmeando donde no debe —le dijo el viejo.
No respondió, no había reaccionado aún del espanto vivido. El hombre siguió:
—Es mejor que se mande a mudar y no regrese, puede que la próxima vez no tenga tanta suerte.
El viejo giró y en pocos segundos había desaparecido.
Un rayo pareció partir el cielo y entonces, la tormenta indomable, desató su furia… la lluvia arrasaba cuanto hallaba a su paso, los pinos y cipreses se inclinaban ante la fuerza del viento. Él miraba sin entender, con el corazón latiendo enloquecido y un temblor que lo recorría y no le permitía moverse.
De pronto, todo se desvaneció, el color del cielo trocó a un azul claro y una luna de lluvia le señaló el sendero.
La dueña de la pensión al verlo llegar, se cubrió la cara con las manos.
—Fue al faro… —le dijo.
—No se asuste, no paso nada, sólo un par de rasguños y algún que otro picotazo.
Ella lo miraba temblando.
—Un hombre me ayudó —le dijo— un cuervo intentaba atacarme y él lo alejó a bastonazos. No le di las gracias, se fue antes de que pudiera reaccionar.
La mujer lo obligó a recostarse en un sillón y curó sus heridas.
—Le dije que no fuera, ese faro está maldito.
—Bah… son leyendas de la gente.
—No son leyendas —dijo elevando la voz.
—Ese faro está en ruinas, no sirve para nada, no entiendo como ese viejo vive allí..
La mirada de la mujer lo impresionó, movió la cabeza y le dijo:
—Usted no entiende nada, el faro hace años está deshabitado.
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- Ventura Morón
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Re: Las ruinas.
Quizás, se me ocurre, no se que te parece, que al final más que nombrar al fantasma que en cierto modo da un perfil al enigma planteado, que en cierta manera nos lo sirve en bandeja, podría dejarse eso para la imaginación del lector, y nombrar la idea de que "hace años que no está habitado"...
Es solo una idea.
Gracias por compartir, abrazos
- María R. Alfano
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Re: Las ruinas.
María
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