abarcan en sus tacones la eternidad del sólo,
preámbulo de tímidas gerberas
ajustan a sus muslos un nylon transparente
y dejan resbalar la lluvia de los dedos,
el beso entumecido de algún mendigo roto,
la lengua que subyuga la sal y el sol del pubis...
.... amaneciendo en partos y alboradas.
Porque tiemblan, las piernas de la noche,
si la palabra aguarda,
eterna resurrección que anhela
ser dardo, piedra o simple aullido de ciervoroca,
entre sus piernas,
a lomos del orgasmo.
( ¿Por qué siempre me parece que las piernas de la noche son tan acogedoras? No lo sé, pero me ha inspirado este poema en hoy un diecinueve de Mayo temblón y frívolo en este Alicante que engendra mares.)