El Otro Lado
Moderadores: J. J. Martínez Ferreiro, Rafel Calle
- Jerónimo Muñoz
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El Otro Lado
I
Al principio, no había naranjos: solo ansiedad, desgarro y muerte.
Al principio, no había tristeza: solo un efímero grito que la luz disolvía y una trágica intuición de barro dúctil.
Pero fue necesario un cuenco para la sangre, hubo que suplir la desnudez y el cansancio.
Se buscó en los bosques el camino hacia la carne quemada y en las llanuras el árbol de la indolencia.
Después, mucho después, alguien plantó los primeros naranjos.
II
Surgieron las letras al calor de la tinta fermentada y el incipiente naranjal progresó en aquel abono favorable, patrimonio de dioses menores, ciegos y serviles.
Las planicies desérticas recibieron un riego de sangre intermitente que exterminó los vestigios del sílex salvaje.
Aparecieron jerarcas sin espadas de testosterona ni músculos afilados, pero con brazos larguísimos que abrazaban millones de azahares.
Muchos hombres quisieron convertirse en cultivadores para comerse una naranja cada día y no morir muy pronto.
Los demás también morían, pero de sangre y hormigas.
III
El naranjal se extendió por los valles y los atrios mientras el aire que separaba los cuerpos ocupaba vacíos crecientes.
Los dioses emprendieron un mutis paulatino.
El otro lado del naranjal era una tiniebla de albúmina y gases para los ojos de aquella multitud rellena de papel mojado.
Cada cual adquirió una máscara de sonrisa condescendiente con la que disfrazaban la tristeza marcada en sus clónicos rasgos.
La piel de los humanos se trocó en una costra de cenizas que a veces se quebraba dejando ver la carne viva subyacente de la que fluía la sangre evolutiva de los ancestros.
IV
Ah, qué mancha más tibia la que cubre mis pómulos, qué brisa más liviana la que acalla mis sienes.
Tendido al sol en la orilla del mar, no pienso. Aferrado a la velocidad del petróleo, no pienso. Hundido en el pozo púrpura del sexo, no pienso.
No pienso en mi sangre ni en mis huesos secretos ni en los árboles ni en los telescopios.
Sonrío con mi sonrisa carnavalesca y me pongo en cola para dar mis tres zapatazos rituales sobre la tumba de Heráclito y así no pensar nunca que el ser puede no ser y seguir siendo.
V
Unos comían la pulpa y muchos la cáscara.
Unos olían a azahar y muchos a estiércol.
Los pecadores no comían naranjas: solo manzanas.
Las manzanas rojas se ofrecían a los cultivadores como el fruto perfecto del árbol perfecto.
Los jerarcas temblaban, arropados por los necios.
El sol se ponía cada vez más allá del naranjal.
Hubo que comprar pistolas y repartir naranjas y cantar muchas canciones y muchos himnos.
Poco a poco, los gusanos pudrieron todas las manzanas.
VI
Las jirafas llegaron al final de su camino y esperan la muerte rumiando vegetales y nubes.
Ningún hormiguero consiguió componer la Novena y el jefe de los leones sucumbió de un balazo lejano.
Pero en los hombros de los cultivadores crecen alas añiles lubricadas de sueños y el licor de la prehistoria fermenta en sus sienes.
No basta con llenar los estómagos de zumo agridulce ni con girar eternamente como una peonza, sin moverse del sitio.
Los videntes auguran lagunas de sangre.
VII
Ay de vosotros, humanos, que habitáis en el naranjal, espinoso y tibio.
Ay de los que pensáis que el naranjal es infinito en el tiempo y en el espacio, y que no existe nada ulterior que lo desplazare, que lo modificare en su esencia, ni aun lo comprendéis, ni aun lo deseáis.
Ay de los que creéis que el hombre podrá pasar alguna vez al otro lado del naranjal.
Podréis conseguir fabricar una raza de alfas y betas, sin felicidad ni pánico; podréis construir y atestar los más ingentes almacenes para el trigo y la leche, podréis hacer surgir monstruos y sucedáneos de las entrañas de la sílice.
Pero nunca vosotros, nunca vosotros, oídme bien, pasaréis al otro lado del naranjal, porque la savia de los naranjos corre por vuestras venas, mezclada con vuestra sangre.
Fuese todo vuestro afán depurar esa sangre de inmundicias y semillas, y así, limpios, apiñados, olvidados de la frontera de la piel, parir esa raza que os destruirá
y quemará el naranjal,
y pasará al otro lado del naranjal.
Último poema de mi libro "El naranjal" publicado en Kingswood, EEUU, Mediaisla. 2013.
Demóstenes
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Re: El Otro Lado
Qué interesante poema alegórico sobre la situación del Ser Humano en el planeta, en estos tiempos apocalípticos.
Me ha gustado mucho cómo tratas el tema. Suavidad, profundidad existencial, un lenguaje poético exquisito.
Enhorabuena
Un beso grande
Ana
- xaime oroza carballo
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Re: El Otro Lado
Un abrazo
- Rafel Calle
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Re: El Otro Lado
En fin, me ha gustado ese repaso que haces a las vicisitudes del tránsito, dentro de un hermoso envoltorio cítrico se hallan indudables aciertos y, claro está, todo acaba en una excursión agridulce.
Ha sido un placer leerte y recordar... Siempre viene bien darse una vuelta por la memoria y sus afectos.
Abrazos.
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Re: El Otro Lado
Jerónimo Muñoz escribió:EL OTRO LADO
I
Al principio, no había naranjos: solo ansiedad, desgarro y muerte.
Al principio, no había tristeza: solo un efímero grito que la luz disolvía y una trágica intuición de barro dúctil.
Pero fue necesario un cuenco para la sangre, hubo que suplir la desnudez y el cansancio.
Se buscó en los bosques el camino hacia la carne quemada y en las llanuras el árbol de la indolencia.
Después, mucho después, alguien plantó los primeros naranjos.
II
Surgieron las letras al calor de la tinta fermentada y el incipiente naranjal progresó en aquel abono favorable, patrimonio de dioses menores, ciegos y serviles.
Las planicies desérticas recibieron un riego de sangre intermitente que exterminó los vestigios del sílex salvaje.
Aparecieron jerarcas sin espadas de testosterona ni músculos afilados, pero con brazos larguísimos que abrazaban millones de azahares.
Muchos hombres quisieron convertirse en cultivadores para comerse una naranja cada día y no morir muy pronto.
Los demás también morían, pero de sangre y hormigas.
III
El naranjal se extendió por los valles y los atrios mientras el aire que separaba los cuerpos ocupaba vacíos crecientes.
Los dioses emprendieron un mutis paulatino.
El otro lado del naranjal era una tiniebla de albúmina y gases para los ojos de aquella multitud rellena de papel mojado.
Cada cual adquirió una máscara de sonrisa condescendiente con la que disfrazaban la tristeza marcada en sus clónicos rasgos.
La piel de los humanos se trocó en una costra de cenizas que a veces se quebraba dejando ver la carne viva subyacente de la que fluía la sangre evolutiva de los ancestros.
IV
Ah, qué mancha más tibia la que cubre mis pómulos, qué brisa más liviana la que acalla mis sienes.
Tendido al sol en la orilla del mar, no pienso. Aferrado a la velocidad del petróleo, no pienso. Hundido en el pozo púrpura del sexo, no pienso.
No pienso en mi sangre ni en mis huesos secretos ni en los árboles ni en los telescopios.
Sonrío con mi sonrisa carnavalesca y me pongo en cola para dar mis tres zapatazos rituales sobre la tumba de Heráclito y así no pensar nunca que el ser puede no ser y seguir siendo.
V
Unos comían la pulpa y muchos la cáscara.
Unos olían a azahar y muchos a estiércol.
Los pecadores no comían naranjas: solo manzanas.
Las manzanas rojas se ofrecían a los cultivadores como el fruto perfecto del árbol perfecto.
Los jerarcas temblaban, arropados por los necios.
El sol se ponía cada vez más allá del naranjal.
Hubo que comprar pistolas y repartir naranjas y cantar muchas canciones y muchos himnos.
Poco a poco, los gusanos pudrieron todas las manzanas.
VI
Las jirafas llegaron al final de su camino y esperan la muerte rumiando vegetales y nubes.
Ningún hormiguero consiguió componer la Novena y el jefe de los leones sucumbió de un balazo lejano.
Pero en los hombros de los cultivadores crecen alas añiles lubricadas de sueños y el licor de la prehistoria fermenta en sus sienes.
No basta con llenar los estómagos de zumo agridulce ni con girar eternamente como una peonza, sin moverse del sitio.
Los videntes auguran lagunas de sangre.
VII
Ay de vosotros, humanos, que habitáis en el naranjal, espinoso y tibio.
Ay de los que pensáis que el naranjal es infinito en el tiempo y en el espacio, y que no existe nada ulterior que lo desplazare, que lo modificare en su esencia, ni aun lo comprendéis, ni aun lo deseáis.
Ay de los que creéis que el hombre podrá pasar alguna vez al otro lado del naranjal.
Podréis conseguir fabricar una raza de alfas y betas, sin felicidad ni pánico; podréis construir y atestar los más ingentes almacenes para el trigo y la leche, podréis hacer surgir monstruos y sucedáneos de las entrañas de la sílice.
Pero nunca vosotros, nunca vosotros, oídme bien, pasaréis al otro lado del naranjal, porque la savia de los naranjos corre por vuestras venas, mezclada con vuestra sangre.
Fuese todo vuestro afán depurar esa sangre de inmundicias y semillas, y así, limpios, apiñados, olvidados de la frontera de la piel, parir esa raza que os destruirá
y quemará el naranjal,
y pasará al otro lado del naranjal.
Último poema de mi libro "El naranjal" publicado en Kingswood, EEUU, Mediaisla. 2013.
Tanto se ha dicho y se dice de la escritura "automática" que sería bueno que quien la haya experimentado escribiera sobre su propia experiencia. He aquí un buen escrito, Jerónimo. Algo muy diferente a tus otros igualmente esplendorosos trabajos.
Si el naranjal representara algún ideal humano de superioridad, el narrador omnisciente nos dice claramente que no le corresponde a la raza humana cruzar al otro lado, aunque las nuevas generaciones avancen cada vez más en sofisticación...claro que es una intrerpretación la que hago de tu magnífico escrito, y como interpretación, tengo que valerme de los códigos semánticos y de los código arquetípicos. Disfruté de toda la lectura, que inicialmente emprendí antes de leer el aporte de Rafel Calle sobre el dato de que había sido escrito "automáticamente".
"La escritura automática es una forma de hacer que aflore el subconciente. Consiste en situar el lápiz sobre el papel y empezar a escribir, dejando fluir los pensamientos sin ninguna coerción moral, social ni de ningún tipo.
Es un método defendido y usado principalmente por André Breton y los surrealistas, en la primera mitad del siglo XX, considerando que de esa forma el yo del poeta se manifiesta libre de cualquier represión y dejando crecer el poder creador del hombre fuera de cualquier influjo castrante. Su propósito es vencer la censura que se ejerce sobre el inconciente, merced a unos actos creativos no programados y sin sentido inmediato para la conciencia, que escapan a la volundad del autor.
Entonces compone directamente el inconciente, liberado de la censura."
REVISTA OCCIDENTES
Todo un placer, admirado poeta. ERA
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Re: El Otro Lado
Un placer su lectura.
Un abrazo.
- Jerónimo Muñoz
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Re: El Otro Lado
Ana Muela Sopeña escribió:Querido Jerónimo:
Qué interesante poema alegórico sobre la situación del Ser Humano en el planeta, en estos tiempos apocalípticos.
Me ha gustado mucho cómo tratas el tema. Suavidad, profundidad existencial, un lenguaje poético exquisito.
Enhorabuena
Un beso grande
Ana
Celebro que te haya complacido el lenguaje poético. Para mí no fue fácil trasladar a poesía la existencia de este muro situado en nuestro horizonte y que nos impide totalmente pasar al otro lado.
Te agradezco tus elogios y tu fidelidad a estas letras mías.
Besos.
Jerónimo
Demóstenes
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Re: El Otro Lado
Besos
Pilar
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Re: El Otro Lado
que para ya mañana será descanso.
Un trabajo bien dispuesto en los días de trabajo aunque el de descanso parece que fuera el de castigo.
¿Será que no hay feliz merecimiento?
Original y gráfico el esperpento que al desembocar en la pluma revive y remuere a partes iguales lo grotesco y lo galante.
un abrazo
más dura es la caída.
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Re: El Otro Lado
Un placer de lectura.
Un abrazo, Jerónimo
- Jerónimo Muñoz
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Re: El Otro Lado
xaime oroza carballo escribió:Ah!, amigo Jerónimo, ese verso largo que me lleva en volandas hasta el final en la quintaesencia del decir hasta el otro lado. Gracias por tu aportación a mi ledicia.
Un abrazo
Me alegra mucho que te haya gustado este "un poco larguísimo" poema. Soy yo el que te agradece tu presencia, tu tiempo y tu amistad, que es mutua.
Abrazos.
Jerónimo
Demóstenes